No hace falta más que mirar la imagen para ver quién se va al internado de curas de Sigüenza, en Guadalajara. La madre tiene el cutis relajado, que nos indica que se quita un memo de encima. Y al memo se le ha quedado esta cara de poema o de integrante de una banda sking; sólo le falta hacer el gesto de cuernos con la mano, aunque eso se lo enseñarán en el internado si va para mucho tiempo. Señal del cornudo, que suelen aprender todos los pequeños presidentes de presidentes; pequeños reyes de los reyes, y así toda la retaíla de gilipollas sectarios.
A su hija la manda a un internado británico. Por aquello del idioma será. Menos la debe de preocupar su hijo, por lo del idioma, que lo envía a Guadalajara -vamos digo yo-. Cuentan los periodistas que están siguiendo el caso éste, que les cuesta unos 25.000 euros año, la estancia en el internado, pero les parece poco porque... -como ha dicho la infanta-, les enseñan a jugar al crocket, tomar el té, clases de ballet o teatro; en esta última actividad sería en la que podría quedar embarazada al tener contacto con jóvenes de otro sexto. También se daría por hecho que podría tomar la iniciativa por el gaycismo, el biosexo o todo a la vez. Todo es cuestión del tiempo y de cómo se decante la infantita. ¡A vivir, Elena, que son dos días!
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