jueves, 4 de septiembre de 2014

menos mal que son los iluminados

pero les pasa lo mismo que en las Universidades: no por estar, eres más inteligente.
Así la curia de las catedrales de Valencia y León se disputan ahora, 2014 años de historia, si el Cáliz de la Última Cena está en una u otra ciudad. En todo caso estaría en propiedad y posesión de la Santa Sede. La Santa Sede, hermanada con la Santa Inquisición, que a tantos niños han violado y a tantas brujas aniquilado. Y sin embargo siguen teniendo entre sus filas al padre y exorcista, Jose Antonio Fortea, que ya hay que ser memo para... -aún estando endemoniado-... ponerte en manos de semejante individuo. 
Pues a lo que íbamos. Ninguno de los dos cálices pertenecen a la cena de marras. Porque ese Cáliz se lo llevó Magdalena con las primeras y últimas gotas de sangre que salieron del cuerpo del hombre crucificado. De una sóla pieza y con vetas de colores marrón y verde. Un cuenco, propiamente dicho. Es notorio que el crucificado no fue Jesús, si no, un doble, elegido para pasarlo por el Maestro. De este modo copiado, algunos políticos también han tenido sus dobles por posibles atentados. Por tanto lo de la Última Cena, tal vez, no fuera tal, aunque escritores comenten los acontecimientos ocurridos en aquella habitación prestada a los trece, y lo que desde el lado contrario de la puerta se pudo haber escuchado decír a cada uno de los asistentes. Así, se comenta, que gracias a Judas, el Cristo nos redimió y salvó. Porque Jesús, tomando a parte a Judas, le dijo: tu eres el elegido y el que sabe más de todos ellos, de lo que ha de acontecer. Ve, y cumplamos los designios del Padre. Palabras textuales de la señora de la casa... una tal Serafina... amiga de los padres de Jesús. Y aconteció que en aquella cena no hubo vasos, sino una jarra: sin asas, que habrían de levantar para beber, cada uno de ella. El vaso de alabastro que se busca del Maestro, era el que utilizaba asiduamente. No existió vaso en la Última Cena.
Resultado de imagen de pintura del ece omoNo cabe, por tanto, que los curas, obispos, cardenales, o quien haya detrás, se disputen algo que no tiene valor. A saber, si lo que pretenden con ello es llamar la atención de los mortales creyentes y se quieran enriquecer, aún más, creando confusión... es otro cantar. Otro tanto como con la pintura del Ecce Homo, que tanto está dando de sí y de beneficios. Algo que no cuadra o que la gente es daltónica, y no ve diferencia entre unas proporciones y otras. Si a todo se le va a llamar arte... corramos un estúpido -que no tupido-, velo.

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