Que el cambio climático es una realidad, es incuestionable. Y lo es desde que alguien... algún gobierno en la sombra, está intentando que eso sea posible. Ya no les basta con manipular la atmósfera con el HAARP, sino que intentan que el planeta entre en un calentamiento propio y no el propiciado por las caractéristicas influenciables del Sol. El frio-calor venía a comsecuencia de la combustión del hidrógeno en helio y su expansión hacia nosotros de ese torrente calórico. Así, en mayor o menor influencia en la Tierra, de ese torrente calórico, teníamos màs o menos calor; los inviernos o veranos se alargaban o contraían. La influencia del Sol en nuestra vida ha sido fuente de luz y el calor que motivaba la circulación sanguínea en nuestro organismo, en el de las plantas y animales. Todo regido y gobernado por ese foco de luz al que adoraban nuestros antepasados.
Ahora ya no es el Sol nuestro cambio climatico. Ahora el cambio viene proporcionado por Chemtrails: una combinación de combustibles fósiles y metales -en suspensión-, con capacidad de invernadero, y manipulado por el mismo hombre. ¿Para qué? Esa es la pregunta que se hacen todos los gobiernos -que como el galo- no tienen muy claro para qué de tanto fumigar la capa atmosférica y por ende, la biosfera. Desarreglo de esta última al comproba in situ que al norte de la Península Ibérica se echa en falta la fauna autóctona: perdices, palomas, gorriones, culebras, lagartos, lagartijas, etc. y la emigracional: aves con procedencia y destino norte de África. Un ejemplo: la cigüeña.
Es evidente, por tanto, que la biosfera está cambiando por la voluntad y mano del hombre, y desconocemos el sentido que conlleva dicho acto.
Yo pensaba que el hombre de a pie era el único que no conectaba con la razón de las fumigaciones, pero nos damos cuenta que asociaciones y políticos de otros países se preguntan, también, la razón del paseo constante de aviones, arruinando nuestra atmósfera. Espero que la respuesta no se haga tardar, si no es que tiene un motivo disfuncional orgánico. ¡Que nos quieren enfermos, vaya!
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