símbolos de unión y guerra que se explicitan en las grandes catedrales, iglesias, y en los soterrados pensamientos de los sectarios guerreros por el poder y la sumisión dentro del Ku Klux Klan (666) de la Santa Inquisición.
El sutíl manejo que traían entre manos en estos tiempos con el cambio de la Ley del aborto, nace de los bajo faldas de los jeuitas a quienes las mujeres - incluídas sus madres-, son un cúmulo de heces, de humores; un cubo de basura a quien nadie debería besar ni tocar. Los mismos pensamientos arcaicos del resurgir de la religión. Los mismos pensamientos judios. Los mismos pensamientos arraigados en la sociedad con un fin único: la puesta en escena de la venida del vampiro primigenio y original, Satanás. Tantas vidas proclamando su venida. Tantas vidas venerando el que apareciera. Tantas vidas consagrando las misas a esa apariencia de macho cabrío, del que tomó cuerpo el cura Moisés, a su bajada del monte Sinaí. Todas las escenas de esta gente grotesca, han salido del libro gordo de petete. De él, generación tras generación, han glorificado al ángel caído y la gente presente ha creído fuertemente en una iglesia pagana y maldita. De la que beben todos los políticos del momento, del mundo entero. Mientras, sus psicópatas sacerdotes, Obispos, Cardenales y Papa, se ocupan de oficios de sangre, secuestro y violación de inocentes niños. ¡Qué bonito panorama nos ofrece la Iglesia! Y la gente psicótica, de tanta palabrería y hostia de Comulgar. ¡Así nos va...!
Y con este sacrificio, del pijo Gallardón, las mujeres creen haber ganado la partida, cuando no saben que la partida la gana el que termina el juego. La Iglesia no ha terminado nada. La Iglesia lo deja todo en stand by. Así tiene todo un cúmulo de caminos abiertos por donde atajar o sacar tajada. Nunca cierran nada: caso Benedicto XVI, algún día -sino lo han aprovechado ya-, les servirá de ofrenda a su dios vampiro: succionador de sangre y energías vitales.
De verdad, estar diciendo ésto en el siglo XXI, es para ponérsele a uno los pelos de punta. Y sin embargo, han pasado 20.000 años, y han llegado a este siglo haciendo lo mismo. ¿Qué les imposibilita seguir haciendo lo mismo? Nada ni nadie.
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