miércoles, 17 de septiembre de 2014

que somos lo que comemos

es una realidad supina. Por eso es por lo que las culturas del primer y segundo mundo -no hablemos del tercero-, están dirigidas desde muy temprana edad hacia el consumo de fármacos. Las farmecéuticas han de vivir y lo hacen en conyuntura con los médicos que nos atiborran de química de la mañana a la noche. Eso de la dieta equilibrada es una monserga, también naturalista, para sopesar los pesticidas con la química. Hasta los aceites están siendo edulcorados con colorantes para darles color y saber, a lo que antes era natural. 
Pues bien. Recordemos que a veces nos mostraban personas pasadas la centena de años, y nos aconsejaban que para ser longevos deberíamos comer cosas naturales. Nada elaborado.
Hace poco en el valle del río Hunza, en la frontera de la India y Pakistán, es llamado 'oasis de la juventud', y no es en vano: los habitantes de la zona viven hasta 110-120 años, casi nunca se enferman y tienen una apariencia muy joven.
Los habitantes de Hunza destacan en muchos aspectos entre las naciones vecinas: físicamente se parecen mucho a los europeos, hablan su propio idioma -el burushaski- que no se parece a ningún otro en el mundo, y profesan un islam especial, el ismaelita, informa Marketium.
 El médico escocés Robert McCarrison, que describió por primera vez el 'valle feliz', hizo hincapié en que los hunza casi no consumen proteínas. Al día comen en promedio 1.933 calorías, en las que se incluyen 50 gramos de proteínas, 36 gramos de grasa y 365 gramos de carbohidratos.
Según las conclusiones de McCarrison, precisamente la dieta es el factor principal de la longevidad de esta nación, subraya el medio. Por ejemplo las naciones vecinas, que viven en las mismas condiciones climáticas pero no comen adecuadamente, padecen una variedad de enfermedades y tienen una esperanza de vida 2 veces más corta.
 Otro especialista, R. Bircher, destacó las siguientes ventajas del modelo de alimentación de esta asombrosa nación: es vegetariano, tiene una gran cantidad de alimentos crudos, las frutas y verduras predominan en la dieta, los productos son completamente naturales y tienen periodos regulares de ayuno.
Sobre el secreto de su longevidad, los habitantes de Hunza recomiendan mantener una dieta vegetariana, trabajar y moverse constantemente. Entre otros beneficios de este modo de vida figuran la alegría –los hunza siempre están de buen humor– y el control de los nervios, no conocen el estrés.
Está claro, a tenor de las comparaciones entre unas tribus, ciudades o pueblos, que lo perjudicial para el organismo, la mente y el cuerpo, es el estrés. Principal efecto negativo, producto de una vida de competición, ruido y globalización integral en fincas edificadas como cajas de cerillas o latas de sardinas. Imposible mantener un equilibrio psíquico rodeado de ondas de radio y microondas. Y aún menos, si el manipulador de los alimentos se llama Mosanto.
Las infecciones resistentes a las medicinas costaron la vida a más de 23.000 personas, según el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. En concreto, el SARM, mata cada año a 11.000 personas y causa enfermedades severas a 70.000. Dificilmente llegaremos a competir en edad con los habitantes de Hunza.

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