las estatuas de Franco y quitamos los nombres militares y franquistas de las calles españolas, por aquello de la memoria histórica, se inaugura la Plaza Margaret Thatcher muy cerca de la Plaza Colón, en Madrid. Y como era de esperar se personaron las dos divas: una, Botella, la de los juegos olímpicos y la otra, Aguirre, la de hacer olimpiada delante de los polis locales, de la capital española. También asistió -como no- el Embajador inglés en España, el hijo de la Thatcher y 20 concejales (¡...!), no se sabe bien si por crear más bulto, ambientar el cotarro o -como siempre- al olor de las tapas de después. El caso es que la Botella no quiso hablar en público el inglés fluído que se gasta -lo hizo en petit comité-; y la Aguirre: bajo los efluvios de una copa de vino español y campechano, le dijo a Fernando Martínez Vidal, promotor del asunto, qué huevos tienes, Fernando, para organizar un acto así. Imaginaros como se puso el tal Vidal... más gordo que un pavo, y a la altura de los 20 concejales que se pusieron las botas.
El caso concluye con el desaire de Botella a Aguirre; y cuando la alcaldesa se dirige a su coche, los concejales se dividen en número menor para acompañar a Botella y mayor para Aguirre, y es que la una se marcha y a la otra habrán de hacerle la pelota, para cuando tome el relevo de la alcaldía.
No obstante Ana habrá dedicado la plaza para la Dama de Hierro, adelantándose a los deseos de Aguirre de haberlo hecho ella. Un tira y afloja entre las dos divas del folclore madrileño del PP.
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