se han abierto las puertas de los bares y restaurantes de Valencia. Hace un rato que las terrazas están espléndidamente repletas de los primeros ansiosos de tomarse un café de máquina: cortito y azucarado. Sobre las mesas posaban el café con leche, y la típica tostada de tomate y aceite.
¿No será mejor la tostada hecha en casa, con el correspondiente café con leche?
Pues, no, amigos...
No sabe igual.
Tal vez se deba al residuo que deja la tostada anterior... Tal vez sea el agua de la máquina que no han desalado en años... Tal vez... Ese tal vez es el mejor. El que le da el toque especial para volver otro día a pedir el mismo desayuno. Yo ya echaba de menos la tostada de tomate natural a rodajas y su loncha de jamón; y mi café con leche en vaso mediano, (bien calentito), como calefactor de manos.
Ha sido ver a la gente sentada y sonriendo... y percibir que la pandemia la estábamos dejando atrás. Que estábamos pasando el mal trago que nos ha tenido a todo el mundo pendiente de un hilo. Ha vuelto el bullicio en las calles y la alegría de vernos con ganas de sentirnos libres, de nuevo. De volver a la rutina del trabajo, el ocio y el compadreo.
Espero que todo este año de sentimientos encontrados sirva para poner los puntos sobre las íes y enfocar la vista hacia el responsable o responsables de los muertos, enfermos, vacunados o no, y del confinamiento que también ha hecho mella en los más viejitos de las residencias. Si China ha sido el causante de todo este estropicio... sea castigada mundialmente por delitos contra lesa humanidad. Y que sirva de ejemplo para todos aquellos dirigentes políticos que han sido una ruindad y un estorbo en el uso de los medicamentos, de las mascarillas, de una información veraz, como necesaria. Si piensan que nos vamos a olvidar de su mala praxis en la organización contra la pandemia... deben saber que ni perdonamos ni olvidamos. Castigo para todos aquellos que, de una forma directa o indirectamente, ha contribuido al genocidio humano, fuera de tiempos de guerra.
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