mientras una legión de romanos vociferaban a las puertas irreduptibles de mi aldea, yo me dormía plácidamente en espera de que al día siguiente, hoy, Lorenzo -el sol-, no saliera tan impetuoso como estos tres días atrás. Y como digo... mientras la noche aplacaba mi sedienta sed de luz, Morfeo arrebataba mi espiritu a los estadíos del sueño donde se manifiestan los deseos más febriles y se dan cita las siluetas más sinuosas y sexuales que en el día has tenido. Y después de unas horas rodeado de goles, soñaba en ese cambio clandestino que llega cuando la noche es joven y llena de acólitos futboleros. Sin embargo lo primero que me he encontrado nada más salir a la calle es a una pareja: hombre-mujer, con una bolsa de Hugo Boss, para echar las colillas que se encontraban por la rue. ¡Qué bonito panorama para un país rico en futbol, y desde la cercana Brasil cada día más cercana a España, en miseria! Me han dado ganas de chillar gol, en mitad de la calle, pero era temprano -de hora- y no he querido despertar a los forofos de campo y pelota.
Y qué me decís de esos pies y brazos en forma de pez; ese balón con medias lunas y cuadros ajedrezados. Ese horizonte con su arco iris y el ojo que todo lo ve: el gran controlador. Son los mismos que visten y calzan en todas las partes del planeta. Son los que inician todos los eventos para que piquemos y picamos, como pardillos. Sus costumbres son la manera de hacernos cada vez más borregos -si cabe. Y sus emblemas, premios, dibujos y demás zarandajas: una forma más de atontamiento, ya, desde la niñez. Colores, dibujos rombos y triángulos, son con lo primero que nos enganchan a las cosas más absurdas: como el futbol. Ellos conocen la psique humana, nosotros desconocemos sus planes.
¡Que derroche de vida, si la vida es una!
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