miércoles, 4 de junio de 2014

a Gallardón

se le hace el culito agua al saberse la abdicación del Rey. Presuroso a cambiar en lo posible para que su Majestades y descendencias no tengan que pasar por un Tribunal, sea o fuere lo que hicieren. Así, el monarca quedaría desprotegido, aunque de inmediato queda aforado, como la Reina, la futura y su perrito. Ya sabemos el por qué esa boda de la plebeya -Blanca Nieves- y el Príncipe. Todos deberíamos saber que nuestra sangre está fichada en un gran ordenador mundial con todo nuestro ADN. Pues bien, la monarquía sabíamos que no tenía ni tiene, esa sangre azul que nos hacen creer en los cuentos de Disney. A lo largo de la historia se han ido casando unos con otros -vampirizando-, y ha resultado una consanguinidad no apta para futuros reyes. De seguir como hasta ahora, afloraría a sus rostros los antepasados reales de la realeza y eso no quieren que afloren. De esa guía de sangre, pudieron encontrar la mujer adecuada a Felipe que le daría esos niños rubitos -Indigos- que tanto les gusta, y mejoraría el azul que corre por las venas principescas. ¿Y quién se niega a ser Reina? Leticia dijo: sí quiero. Y aquí la tenemos a poco de vestirla -espero que no- con todos los honores del pueblo español.
¿Quién no tiene un momento de amor? Al parecer de éstos tienen bastantes, pero la Leti sabe por qué y para qué la eligieron y se hace rogar, respetar y callar a su esposo, y al sueglo: si llegara o llegase el caso.
Y es que dar la sangre, la hermana, los amigos, familia y todo el entorno por la monarquía, a Leti no la llegó a gustar y por ello se va de fiesta nocturnas, en compañía de sus amigas más íntimas y porqué no, de algún periodista afín. Leti ha dado la sangre a la nueva casta real y no lo va a hacer por nada. La adquisición de la masonería va a suponer que la Leti suba a lo más alto del estrellato, aunque debe tener cuidado con la caída.

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