lunes, 9 de junio de 2014

es el momento

de sacar a la calle, al dominio público,  los secretos de los Borbon. Otro de los detalles por los que debemos preguntarnos si seguimos con la realeza española, son todos aquellos interrogantes por los que hemos tenido a Juan Carlos. Aquél interrogante por la muerte de su hermano a manos de su hermano, y que nunca llegó a investigarse. Toda una vida de impunidad y ahora, de aforo. Y otra de las cuestiones que me preocupa son los parentescos de la monarquía con los Sabios de Sión. El nombre de Juan no se pone por que sí a uno que va a ostentar un cargo importante, si no se trata de algo simbólico como la creencia en Juan el Evangelista, como el verdadero Mesías enviado por Dios, en vez de a Jesús. Es decir, todos los que presumiblemente lleven el legado de Juan entre reyes, altos cargos de la política, de las finanzas, de pintores y demás sectas de la sociedad, están emparentados o pertenecen a los Sabios de Sión; al margen de que los mismos estén introducidos en la masonería, el Opus, malteses o tramas similares. Todo un entresijo de amistades sacados de la Biblia, que no deja de ser la guía Michelín de los dirigentes del mundo. Todos los movimientos políticos están sacados de protocolos, simbologías, señales, enigmas, misterios, contraseñas y gilipolleces varias, para matar el tiempo que les sobra después de bien comer, bien fumar, y bien follar. El pueblo es responsable de que el hijo de este individuo que se ha marchado demasiado tarde, entre a gobernar -o mejor dicho: sablear-, al pueblo español. Hay que despreciarles como desprecian a todos aquellos hijos que han tenido que emigrar porque no tienen un gobierno decente que les facilite la vida. Ante este desprecio absoluto a nuestro pueblo, debemos pagarles con la misma moneda y mandarles a emigrar también. ¡A hacer la ma, cabrones!

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