martes, 10 de junio de 2014
Jaque al Rey
No maten al mensajero. Es un tal Tom Farrell (pseudónimo) quien lo cuenta en “Escrito en un libro”, publicado por Séneca Editores...
Franco, ya muy anciano, poco antes de morir, habla con su mujer en los jardines de El Pardo y, en trance, como si mirara una bola de cristal, dice:
-Seremos una democracia de ésas que les gustan a los ingleses y a los franceses. Con drogas, con pornografía, con niños diciendo palabrotas, con jovencitas fumando, con presentadores de televisión mariquitas, con politiquillos corruptos que nunca se han jugado la vida en el campo de batalla… Bah, una bazofia. Y esa bazofia, que llegará, nos la merecemos, porque hemos perdido el espíritu.
Tenía razón. Ya ha llegado. En las trincheras de la inicua ley de memoria histórica y sus efectos secundarios yace la verdad.
Ésta lo es, incluso muerta, dígala quien la diga, y el embuste es embuste, y el sectarismo, sectarismo, y el oportunismo, oportunismo, y el afán de notoriedad, afán de notoriedad, y la vociferación, vociferación, díganlo Garzón o los porqueros cejijuntos de su claque.
" El Rey ha abdicado".
Semejante mensaje he leído de mi amiga Patricia, creyendo que se trataba de una broma. Pero no. El resto de los mensajes hablaban de lo mismo cuando he empezado a responder rápidamente a grito pelado. Menudo lunes. Los voceadores, los tibios, los adheridos, la derecha, la izquierda, el pueblo llano, el hondo de esta España tan profunda que duele como nunca, se despachan a gusto aireando la frase y el titular más célebre que recordaremos en mucho, mucho tiempo. Y justo ahora, que cada uno es muy dueño de pensar lo que quiera, de hacer lo que pueda para sobrevivir con el país roto por completo.
El Rey se va dejando la mayor de las catástrofes, ya nos pidió perdón, su hija está imputada, su yerno lleno de mierda, la amante fuera de juego, el nieto celebrísimo rebelde DJ sin causa... no somos súbditos, procede un referéndum en condiciones que nos consulte Real-Mente si queremos o no una monarquía que apesta por todas partes. Y tras semejante acto se esconden otros que desconocemos, a saber qué artimañas, con el objeto de distraer a la población a lo grande, que la ocasión lo merece.
Pasaremos días cortos pegados al comunicado, sonriendo la ñoñería del pobre viejo campechano que se despide, le daremos las gracias por tan noble trabajo mientras a unos se les saltan las lágrimas y a otros se nos eriza la piel. España suspira por dentro y desde fuera, con la pena del expatriado y la desesperación del que todavía está y tiene casa, perdido en sus propias deudas y comiéndose las uñas. Puede que muchos seamos ya muy pobres, pero no tontos: Adiós, Rey. Concédenos, cuando menos, el honor de seguir resistiendo.
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