A quién se le ocurre ir a Australia sabiendo que es un campo de concentración, dentro de una isla carcelaria inglesa llena de miserables y miedosos individuos; habiendo sido los directos masacradores de una raza autóctona, de la que no sé si quedará alguno.
A esos carcelarios les pasa lo mismo que a Bill Gates: se esconde detrás de pandemias y visiones varias, para no demostrar el miedo que tiene de que la Tierra se super poblaciones y, entonces, él, no pueda respirar aire adecuadamente. Porque los planetas son de aquellos visionarios cuyo principio activo es tener mucha moneda que no sirve para nada. Pero, amigos, eso en la mente de muchos se expande como el dueño y señor de un territorio con visos de expandir su poder al resto del globo. Y, ahí lo tenemos, lleno de poder y gloria porque es el Señor que puede mandar al otro barrio a quien le salga de los huevos.
Él, Fauci, Soros, y otros amigos del grupo, de la secta: Sabios de Sión. Gentuza desnaturallizada y que se sientes enormemente pequeños al lado de cualquier otro humano que se les acerque.
Y luego van estos malos malotes a poner su imagen para la mayor propaganda covid19 que ha tenido, gratis, las autoridades australianas. Los más tontos vacunados, enseguida, dan la razón a las autoridades australianas por el mero hecho de haberse vacunado.
Otra cosa es que haya alguien que diga: no nos importa que le hayan echado de Australia y del torneo; lo importante es que no se deje doblegar.
No, si dejarse doblegar no se ha dejado: pero le han echado y a eso cómo se llama.
No obstante, imagino, que Nadal le echará una mano en el supuesto que no tenga remanente de pasta, por haberle echado del Roland Garros.
¡Ay, amigo, no hay mejor amigo que un, otro, tenista!
Seguro que Nadal habrá salido airoso y untado, al ponerse del lado de las autoridades australianas. Seguro que le harán hijo adoptivo de Melbourne.
De verdad, Nadal, te has lucido al meterte en el libre albedrio de Djolkovic.
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