apenas hace un cuarto de hora que vengo de tomar un desayuno en una cafetería de barrio. Una cafetería que frecuento a diario por el desayuno de café con leche, tostadas con tomate natural y jamón; y un chorrito de aceite de oliva virgen.
Han entrado tres chicas y le han ido pidiendo por turno la consumición hasta que una de ellas se ha encabritado con el chaval (Víctor de nombre) porque la coca cola de máquina no le había llenado hasta el borde del vaso. Cuando hemos sido testigos -los que estábamos presentes- que más era imposible de llenar. Hasta el borde no hay máquina que te rellene el vaso. Y lo que le faltaba era un hilito.
Por la Virgen de los Desamparados.
Bueno;
le ha llamado de todo y del mal que debía morir...
El chaval se ha quedado de piedra y nos ha mirado como diciendo: ¿qué hago?
Sinceramente le hemos contestado que es camarero y debe callar ante semejante feminismo o calentón uterino.
¿Qué se puede hacer con una feminazi de las que van malmetiendo a todo vecino que se precie?
Callar.
No malgasto ni un minuto, ni una palabra en semejante machismo feminazi. Tantas ganas de equipararse que se han convertido en pro machitos.
Tanto nos odian que nos tienen en todo momento en la mente. Tal vez, equiparadas, en nuestro pensamiento, en nuestra polla.
Hay que ser gorilonas, maleducadas, pro nazis e hijos de Hitler.
En fin
no hay mucho que sacar en este movimiento nazi que tenemos por nuestras calles intentando llamar la atención sobre la atención de la igualdad de género.
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