viernes, 30 de noviembre de 2018

como Escrivá de Balaguer

Hay quien quiere subir al Cielo desde el Infierno en el que le habían sometido bajo la Cripta del Valle de los Caídos. Ahora que pretenden trasladarlo, la mejor manera de crear más complicaciones, es hacerle cuerpo incorrupto y santo de la Iglesia Católica, que tanto defendió de aquellos que las quemaban y mataban a sus curas. 
Creo que ya me puedo morir. 
Pocas cosas pueden dar más de sí, en los tiempos que corren. Lo de las pirámides de Egipto es nimio comparado con el culebrón Francisco Franco.
Ya no basta que uno esté muerto. Muerto de verdad. Sino que es imposible que le dejen a uno morir para siempre y en paz. Cada vez hay alguien que lastima la imagen, el recuerdo, la... lo que sea. El caso es dar por el culo entre fantasmas. 
Ahora Franco hace milagros, como la milagrosa y Escrivá de Balaguer.
Cojones hermanos, 
dejémonos de monsergas y reguemos la muerte con vino y un poco de pan. Por aquello de que, también, somos sopas de cárcava. 
Ni consentir, debemos, a los políticos andar de viandas con el muerto a cuestas...; ni permitir que santonas, milagreras y paravicinis nos amarguen la existencia y nos alejen, aún más, de las murallas de iglesias, catedrales y fiestas santeras...
¡A saber dónde andará el bueno o malo de Francisco!
Si con los budistas habláramos, posiblemente nos dijeran, que haya reencarnado ya. A lo mejor se ha convertido en rata o en mula de carga. 
¡Vete tú a saber! 
Pero dejemos de andar de acá para allá, trayendo y llevando la memoria de alguien que ya no está. Y centremos la atención en otras cosas que apremian más.

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