sábado, 10 de noviembre de 2018

yo lo veo muy bien

que a los empleados chinos que no cumplan con los propósitos de sus gobernantes, y sobre todos a los extraditados  en el extranjero donde residen In saecula saeculorum, sean castigados a beber su orina y a ingerir cucarachas rebozadas en sus heces si no cumplen con los objetivos de la empresa donde trabajan. Los gerentes de la misma consideran que no hacen mal a nadie, ni siquiera a los obligados, si no que esto les motiva a cumplir objetivos y a motivarse en su vida particular. (Por eso se crearon los centro de internamiento nazi: para motivar a los presos a ser buenas personas y educarles a un mundo mejor. Lo malo era que muchos preferían morir que compartir ese mecanismo de mejora de una ciudadanía evolucionada hacia un imperialismo acosador.)
¡¿Qué es eso de cerrar los negocios para ir a comer o para descansar un día?! Ya descansan demasiado de cliente a cliente, si que entra alguno. Las tiendas deben abrir todos los días y a todas horas.
Esa es la vida aborregada de los empleados chinos. Porque aquellos que no lo son, se ven abocados a terminar de vianda en los arroces tres delicias.
Yo espero y solicito a nuestros presidentes y gobernantes y empresarios y banqueros...,
tomen nota de los aconteceres judeo-masones y los transfieran a la comunidad trabajadora del mundo. Que los trabajadores sean vapuleados de todas las formas posibles y dolores varios para que vayan aprendiendo lo que es trabajar para una empresa y dejen de pedir lo imposible: como es cobrar, por ejemplo. Por eso castigaron a los chinos, sus gerentes, por querer hacer huelga porque no habían cobrado, tres míseros meses, el sueldo que les debían.
Me pregunto si esto pasa en Raticulín,  en Orión o Nibiru… El caso es que día que pasa se envalentonan los poderes y resquebrajan la unidad familiar. Estos son olores de Guerra Civil, primero, para terminar en una Mundial. 
Cuando a los poderes no les salen las cuentas, recurren a lo único que saben hacer para remediarlas: matar gente y de paso... se adecuan las armas a una guerra de los mundos; solo existente en sus putas cabezas.

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