miércoles, 7 de noviembre de 2018

Otegi, mientras va y viene

se entretiene.
Otegi no ve momento para introducir dedo en llaga sagrada independentista.
Con eso de que han sido seminaristas se ven en la obligación de enviar gente ante su dios, hacer de santo Tomás el incrédulo, y de revolucionaria madre sor Caram. Que últimamente está en el ojo del huracán de su Santidad el Blanco Ariel, del Vaticano. Y no me extraña porque las monjas catalanas se han soltado el pañolón y se revuelcan en los platós de Tv., hablan español sin parar, y se han decantado por el separatismo catalán, mejor, que estar todo el rato mirando al Ecce homo en pañales. Que hay quien comenta que las monjitas, por la noche, se entretienen metiendo mano bajo el trapo de tapa los colgajos del Cristo. Más, aún, se comenta que le tiran al suelo y se lo hacen en directo mientras otras graban con los móviles.
¡Pecado!, -creo que dijo la novicia...
Hasta que probó el consolador que le habían añadido al Hijo de Dios, que más parecía al ángel caído Satanás.
Pero allá que están ellas marcando tendencia de humoristas, revolucionarias separatistas, consumidoras de artículos sexuales y teléfonos móviles. Para llamar y hablar, directamente, con Dios. Sin interferencias, -dijeron-.
A las hijas del Vaticano, les viene pequeño el convento y tienen que salir a airear lo que el cuerpo exhala. Y eso solo pueden hacerlo en karaokes, en huelgas contra el Estado central y demostrando la nueva era del estado monjil.
Nada cuelga más pendejo que la curia en su proceso.
No, como Puigdemont, que ha abierto un puticlub en Waterloo, donde se reúnen los españoles que van de vacaciones. Entre las putas que tiene, los macarras que van y amigos de armas etarras... se está haciendo de oro. 
¡Siempre hay gente envidiosa!

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