lunes, 18 de julio de 2016

no nos ponemos de acuerdo

y no nos ponemos de acuerdo porque hay quien escribe en sus libros y por tanto merece crédito, que María Magdalena no fue la esposa de Jesús si no que fue María de Betania, hermana de Lázaro y Marta. La diferencia en todo esto es que si no fue María de Magdala la esposa de Jesús, no se pudieron crear los merovingios de aquella estirpe. Y, por tanto, la herencia que se supone reclaman algunos franceses no les correspondería. Es más, no habría ni siquiera estirpe. Y, claro, si pensamos que Jesús llevó su celibato hasta las últimas consecuencias, aún es peor. ¿Todo esto cambiaría en algo los resultados actuales? No. En realidad no cambia nada de nada. Todo sigue igual porque la vida cotidiana da y quita cosas y no nos tomamos el tiempo necesario para razonar sobre ello. ¡Ya no digo pensar! Pues esto es un símil a la conversación mantenida en una mesa de un bar un matrimonio mayor y una joven muchacha. Ella mantenía que el cristianismo y el catolicismo no tenía nada que ver. Y el matrimonio mayor -testigos de jehová- decían que sí. Y a mí me pareció que había mucha diferencia entre lo que decían los unos y la otra. Si nos fijamos en el convencimiento de la pareja mayor nos damos cuenta que son pedrinos; mientras que ella es pablina. Por lo tanto, ellos dos no llevan razón en sus argumentos. Estos razonamientos son consecuentes. Consecuentes con una historia que han escrito para que la Iglesia camine por una senda de incertidumbre y misterio. La verdad, creo, no le interesa a nadie que viva de la religión. De ellos son todos los relicarios, custodias, imágenes etc. cosas que a la gente le identifique con su parte más sensiblera. Después, todo cambia. Una vez sales de la Iglesia te das cuenta del vacío tan bestial que te queda de no saber qué cojones te han soltado en veinte minutos. En fin, así es la religiòn para los fariseos y los descerebrados.

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