lunes, 17 de junio de 2019

suenan las trompetas de Jericó

atruenan emitiendo sonidos vocales que desconciertan, como a los habitantes de Jericó les desconcertó que un grupo de judíos salidos de a saber dónde, se posicionaran alrededor de las murallas que custodiaba la ciudad, porque querían entrar sin permiso y con idea de saquearla. ¡Asombro de los habitantes! Se vieron rodeados por las huestes de Moisés porque querían apoderarse de las reservas de comida y agua, de la población..., y estos no se dejaron robar. Durante 7 días estuvieron, toca que toca, alrededor de la muralla, hasta que se derrumbó, por no sé qué extraño artificio o artilugio del Demonio. ¡No he visto un dios tan amoroso como el dios de los judíos! 
Pues de aquellos polvos... estos lodos. Y siguen atronando en sus oídos los vocablos pedófilos de aquellos imberbes individuos que hacían lo que cualquier bobo venía a engañarles. Hombre sin duda de bien aunque un poco salidos y misóginos.
Y, como imbéciles, nos quieren adoctrinar  a la vez que se justifican -al común de los mortales- que, el velo, en cabeza musulmana, es necesario porque "la melena,  el pelo de las mujeres, desprende destellos, rayos, provocando en el hombre apetencia sexual". Y esto, señores, lo dice Mahoma, un revolucionario ser especial o espacial. El velo ha dejado de ser un símbolo religioso, para convertirse en profiláctico mental; es más bien una erección mental para los salidos musulmanes. 
2.000 años de retraso llevan estos individuos vagando por la tierra en busca de señales que les dirija sus vidas. Y lo más lamentable es que las féminas caigan en la ridícula enseñanza del señor Mahoma. Y, ahí, que van ellas tan orgullosas con sus velos y mirando a través de una ventanita textil. Les gusta que las  miren por su condición de esclavas religiosas. Las gusta sentirse distintas; siervas de un dios esclavista... "Sarna con gusto, no pica".
Lo curioso es que vienen a quejarse a otros países de Europa; a la vez que discuten el  libertinaje de las mujeres del resto del mundo. No se dan cuenta que, la elección de un Dios, depende del libre albedrío.

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