Torra no se ha cortado un pelo y le ha regalado al Presidente de Gobierno dos libros: uno sobre derechos humanos y, el otro, sobre la libertad. Es muy posible que se los hayan regalado con anterioridad a Puigdemont en Waterloo y éste, a su vez, se los haya regalado a Torra y éste, a su vez, a Sánchez. Ninguno ha tenido dónde colocarles y Sánchez los dejará de recuerdo al próximo que ocupe la Moncloa. Todos sabemos que Sánchez no sabe leer y, damos por sentado, que no sabe escribir. Necesita un negro hasta para sacársela a mear. De ahí esa tonga de negretes que han dejado entrar en las bodegas de los negreros de las ONG. Ahora, gracias a esas ONG todo cura vuelve a tener un asistente gratuito, una limpiasantos, y un monaguillo porculero. ¡Qué gran obra tan progre realizada por los progres socialistas! Pero así es la historia de aquellos que nos tienen acostumbrados a hacer de su capa un sayo. Anteriormente nos lo hizo Rajoy y dio paso a un Sánchez ansioso por ocupar ese lugar en la Historia de España. No va a ser una Historia par aprender de memoria. Más bien va a ser algo que se retocará con el tiempo. Los personajes no servirán ni como referencia ni como imagen en Internet. Será borrado su paso por la vida como si un día no hubiera existido semejantes especímenes. Para gloria y gracia de Dios.
Realmente quienes han sacado provecho de todo este batiburrillo político son todos aquellos que viven a su alrededor. Los pelotas, los pelotas periodistas, los pelotas periodistas y empresas del ramo.
¿Realmente la vida ha tenido que ser así?
¿Se estimaba en la biblioteca Akásica que los españoles tendríamos un presidente como Sánchez o lo hemos criado entre todos a base de la unión de pensamientos?
Si esto fuera así tendríamos que crear una máquina e introducirnos dentro para mirar qué cojones somos capaces de pensar o imaginar o crear. ¿Qué somos unos capullos? A ver si tenemos unos otros pensamientos que no arruinen la existencia de medio mundo. Cojones.
Total; que los libros servirán para nivelar las patas de las mesas en Moncloa, y que los moritos no tengan que estar todo el rato poniendo y quitando la cuña mientras están comiendo los invitados de Sánchez y esposa.
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