después de ver el encuentro de estos presidentes de gobierno, Trump y Kim Jong-un, en Singapur, y de firmar el acuerdo en el desarme balístico y social, de Corea del Norte, …¿Qué le queda a Kim Jong-un por vender en su país?
Es decir...,
de momento ha pasado a depender de Estados Unidos en las reglas del juego del imperialismo americano. Supeditado, como miembro, a los mandatos militares de los socios capitalistas de Trump. Si antes tenía varios agentes de la CIA encubiertos en el país, ahora tendrá legión. Las bragas no las podrá tender al Sol sin que le midan el nivel de radiación que poseen los pedos aventados.
Atrás quedarán las glorias de los presidentes muertos para honor de las espaldas arqueadas de tanta genuflexión patológica.
Pero la península coreana será como un ratón a escasos metros de la serpiente. Corea del Sur es bien claro que gobernada por Estados Miembros está super poblada, super contaminada y super estrujada.
A Kim Jong-un solo le resta engordar a la sombra que proyecte la efigie de su papá en la plaza de la capital Pionyang.
Imagino que no necesitarán, a día de la firma, que los ciudadanos coreanos coreen a bombo, platillo y lloro, lo bueno que eran los descendientes de Kim Jong-un. Y, a lo mejor, también engorden, por la falta del ejercicio de bajar y subir cerviz ante las estatuas y personalidades, y esto les debilite los huesos y les de por morirse. Y las filas de jóvenes y jóvenas de las fuerzas armadas pierdan concentración y no marquen paso en esos desfiles tan fantásticos y dinámicos. Todos tan bien formados y uniformados. Hombro sobre hombro al mismo centímetro de altura. Ritmo de pisada y altura de pierna acompasada. ¡Un disfrute!
¡Todo eso a la porra por culpa de Trump, y su pasado y presente bipolar!
Pues bien...
no me gustaba la disciplina lacaya que vivían los norcoreanos, pero Corea del Norte ha perdido todo atisbo de su identidad por venderse a la hegemonía del libre comercio.
El demonio de Trump les ha alienado hasta hacerles perder toda identidad hereditaria. Dejan de ser una potencia para convertirse en el ratón de Norte América.
No me gusta.
Es decir...,
de momento ha pasado a depender de Estados Unidos en las reglas del juego del imperialismo americano. Supeditado, como miembro, a los mandatos militares de los socios capitalistas de Trump. Si antes tenía varios agentes de la CIA encubiertos en el país, ahora tendrá legión. Las bragas no las podrá tender al Sol sin que le midan el nivel de radiación que poseen los pedos aventados.
Atrás quedarán las glorias de los presidentes muertos para honor de las espaldas arqueadas de tanta genuflexión patológica.
Pero la península coreana será como un ratón a escasos metros de la serpiente. Corea del Sur es bien claro que gobernada por Estados Miembros está super poblada, super contaminada y super estrujada.
A Kim Jong-un solo le resta engordar a la sombra que proyecte la efigie de su papá en la plaza de la capital Pionyang.
Imagino que no necesitarán, a día de la firma, que los ciudadanos coreanos coreen a bombo, platillo y lloro, lo bueno que eran los descendientes de Kim Jong-un. Y, a lo mejor, también engorden, por la falta del ejercicio de bajar y subir cerviz ante las estatuas y personalidades, y esto les debilite los huesos y les de por morirse. Y las filas de jóvenes y jóvenas de las fuerzas armadas pierdan concentración y no marquen paso en esos desfiles tan fantásticos y dinámicos. Todos tan bien formados y uniformados. Hombro sobre hombro al mismo centímetro de altura. Ritmo de pisada y altura de pierna acompasada. ¡Un disfrute!
¡Todo eso a la porra por culpa de Trump, y su pasado y presente bipolar!
Pues bien...
no me gustaba la disciplina lacaya que vivían los norcoreanos, pero Corea del Norte ha perdido todo atisbo de su identidad por venderse a la hegemonía del libre comercio.
El demonio de Trump les ha alienado hasta hacerles perder toda identidad hereditaria. Dejan de ser una potencia para convertirse en el ratón de Norte América.
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