bien sabe mi buen amigo Sánchez, que la mitad de las calles de media España son seguras porque la delincuencia está ubicada en la otra mitad. En esa otra mitad se encuentran los españoles insultándole de la mañana a la noche.
Las ocurrencias de este personaje es de una inmadurez como la de su amiga la Yoli. Son tal para cual. Y quienes salimos perjudicados somos los ciudadanos porque no nos quedan recursos para defenestrarle como se merece.
Se nos cuenta que en Australia hay 50.000 yihadistas dispuestos a tomar el control del país. En Francia está pasando lo mismo y, así, en España, Inglaterra y, por ende, toda Europa. Es hora, por ello, de entrar en sus países y arrasarlos como ellos hacen en los nuestros.
Si en Europa no respetan nuestras costumbres es necesario que les demos una demostración en su terreno. Ellos están aquí y nosotros nos desplazamos a destrozar sus mezquitas, sus familias... lo mismo que ellos hacen aquí.
Lamentablemente las revueltas en occidente por culpa de la inmigración traerá, de nuevo, una guerra santa que jamás se habrá vivido. Los islamistas están intentando amedrentar a los países occidentales y no hay que dejarles hacerlo. Esto es lo que ha traído el buenismo de los países católicos.
No hace falta más que ver cómo se las están gastando los infieles a partir de las 22 horas en cualquier ciudad española. No se puede andar por las calles sin encontrarte a alguien que te pueda atracar, violar o matar. Es hora de que el feminismo ese que decía: << queremos volver a casa solas y borrachas>> se les ha caído el eslogan. Ahora tendréis que volver a casa enfundadas en un burka y hacerse pasar por infiel. Pero eso no es nada para ellas que están deseando <<perrearse>> con los vecinos islamistas.
¡Qué vergüenza de país tenemos!
Dedicados a una multinacional de tonterías y dejamos lo más peligroso que arrive a nuestras costas y les abrimos los corazones. Esos corazones traspasados por el comportamiento violento de los irascibles legionarios del Infierno. Porque, amigos, su comportamiento deja mucho que desear y más nos acerca a las malas pasiones que a las buenas acciones.
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