miércoles, 13 de marzo de 2024

una revolución a la casta política

 Dada la situación política en la que nos vemos envueltos, en España, y casi en la estructura social fuera de ella, por ejemplo Europa, nos debemos dirigir al libro de Thomas Paine: Los derechos del hombre; una lucha contra el racismo, la esclavitud, el sexismo y el dogmatismo religioso. Un encendido panfleto en defensa de la democracia que publicó en 1791.
Pues es, en esta democracia, donde España pierde los papeles y se somete a una dictadura socialcomunista en contra de la Unidad representada en la Carta Magna.
Lo que está aconteciendo en estos momentos en España, es tan brutal, tan enigmático proceder, que estamos situados "fuera de los derechos de los ciudadanos". El socialcomunismo nos ha traído el racismo, la esclavitud, el sexismo y el dogmatismo religioso en su más alto grado antisocial.
Cuando un gobierno fracasa en su obligación de proteger los derechos de su pueblo, "la revolución", tiene su justificación social. No se puede consentir que aquellos que debieran protegernos..., nos desamparen, por pertenencia a Organización Criminal.
Los actos de latronicio generalizado -en las instituciones públicas- es alto y notorio.
La implicación de la mayor parte de los políticos en despilfarrar las Arcas, con los impuestos de los ciudadanos. El reparto de millones de euros comprando voluntades y negocios de conocidos y vecinos... Nos otorga la imposición de una revolución ciudadana, hasta la encarcelación de los autores de los dineros secuestrados. Si los que nos administran tienen los dedos muy ágiles a la hora de quedarse con lo ajeno... es propio que les cortemos los dedos y los muñones no sirvan para sustraer lo que no es suyo. Estamos hasta los cojones de que los dineros sean evaporados, la gente tenga hambre y duerma en la calle. Hasta aquí hemos de llegar. Nunca más la partitocracia contra los derechos de los ciudadanos de los países a administrar.
Esto demuestra que los auténticos corruptos son los políticos que, NO, entre los ciudadanos, con más motivos para ello, por su condena del hambre. ¡Ya está bien de sinvergüenzas sin castigo!

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