En academias especiales donde se entrenaba a los jóvenes, y que eran dirigidas por las SS, la Navidad no se celebraba como el nacimiento de Cristo, sino como el momento en que el -Niño Sol- resurgía de sus cenizas en el solsticio de invierno.
Si Hitler era el Mesías de una nueva religión, sus sacerdotes eran la élite vestida de negro de las Schutzstaffel o SS. A Heinrich Himmler, comandante en jefe de las SS, Hitler lo llamaba "mi Ignacio de Loyola", con lo que, implicitamente, trazaba un paralelismo entre las SS y los jesuitas. Y, efectivamente, en muchos aspectos el modelo de las SS eran los jesuitas; además, las SS utilizaban premeditadamente técnicas jesuísticas en esferas tales como el condicionamiento psicológico y la educación. Gran parte de su estructura y de su organización, los jesuítas, lo habían sacado de órdenes más antiguas: órdenes militares-religiosas de caballería como los templarios y los caballeros teutónicos. El mismo Himmler concebía las SS como una orden justamente en este sentido y las veía, de ese modo. Según Himmler, los hijos concebidos en un cementerio estaban imbuidos del espíritu de los muertos que yacían allí. Himmler pensaba montar a su alrededor un cuadro interno de sumos sacerdotes, un cónclave de doce miembros, al equivalente en las SS de un teniente general, que constituirían los -caballeros de la Tabla Redonda-. Círculo místico integrado por trece miembros -número místico ocultista-, que recordaba a Jesús y los apóstoles. Wewelsburg tenía que ser la capital oficial de las SS, el "centro del mundo". En el centro de Wewelsburg había un castillo con una habitación acondicionada a cada miembro de los trece. Y en la gran Torre del Norte, los trece se reunirían a intervalos ritualizados. Debajo de la citada torre ardería un fuego sagrado.
Actualmente, muchas personas, desilusionadas con el materialismo, abogan por un estado que se base fundamentalmente en principios espirituales. Al parecer, éste es uno de los objetivos del Priorato de Sion. El Tercer Reich demostraba que un estado basado en principios espirituales no es, por ello, necesariamente laudable o deseable. Los principios espirituales se tergiversan, el potencial de destrucción es, mayor, que el del materialismo. La guerra santa puede ser la menos santa de todas las guerras.
Como demostramos, toda la vida ha sido el culmen de individuos mentalmente inestables; productos de una religión carente de sentido y de sentimientos. Así, comprendemos, por qué Ratzinger, Papa, perteneció a las SS y terminó en el asiento de Pedro, en el Vaticano, Roma. Ahora entendemos cómo las manifestaciones mundiales en religión son derivaciones de las enseñanzas jesuitas. El mundo se mueve por lazos o hilos que salen del ovillo vaticano. ¡Así nos va!
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