existen fuerzas homogeneizantes que clamando a la ‘unidad’ e ‘igualdad’
de todos entre todos están uniformizando esa riqueza milenaria y, por
tanto, destruyéndola tal vez para siempre. No está muy lejos el día en
que visitar un lugar y sus antípodas nos deje indiferentes ante lo
uniforme de las costumbres y aspectos de sus respectivos habitantes.Ante esta poderosa fuerza que se impone desde las instituciones
estatales (herederas de los imperios en su forma y contenido) y sus crecidísimos
aparatos de propaganda y control mental, algunos preferimos resistir,
no tanto por la seguridad en la victoria final sino por la voluntad de
vivir con dignidad y conforme a nuestros principios el tiempo que
podamos resistir.No ven el verdadero genocidio que ellos mismos promueven al negar la
existencia de diferentes razas humanas y al prohibir el amor y deseo de
pervivencia de las mismas. No entienden que las razas son portadoras,
cada una de ellas, de una cultura, una tradición y unas costumbres que
la hacen única, y que enriquecen el conjunto de la especie humana
confiriéndole una adorable complejidad.Que tal riqueza y complejidad de lo humano desaparezca, diluída en un
marasmo de uniformidad artificial, parece no importarles a quienes
vocean ‘racista’, ‘xenófobo’ o ‘retrógrado’ contra todo aquel que
simplemente se atreva a distinguir entre razas humanas, entre indígenas y
extranjeros o a valorar el pasado como maestro del presente y no como
algo automáticamente rechazable.
jueves, 2 de junio de 2016
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario