Egipto
como toda cultura ancestral guardaba una estrecha relación con el cielo.
Todo lo particular y exclusivo de su cultura también la proyectaban en
la bóveda estrellada. Los antiguos egipcios habían descubierto un
eclipsante sistema binario miles de años antes de que los estudiosos
contemporáneos se enteraran de su existencia. Imagínese si hace 50 años,
alguien que nos hubiera dicho que los antiguos textos religiosos
egipcios contienen información astrofísica compleja sobre un sistema
estelar oficialmente descubierto miles de años después de los antiguos
egipcios … Lo más probable, es que habría dicho, es absurdo e
imposible. Sin embargo, es cierto. Entre muchos otros logros fascinantes
atribuidos a la antigua civilización egipcia, tenemos que aceptar que
los astrónomos fueron increíblemente precisos y buenos, que miraban a
las estrellas que trataban de explicar sus orígenes y propósitos. Esta
nueva investigación revela que los egipcios eran muy obsesivos con sus
observaciones astronómicas, al parecer, con el objetivo de hacer
predicciones de eventos futuros. Los astrónomos de la época tomaban nota
de todo aquello que observaban en documentos,
y en especial, de las variaciones detectadas, como es el caso del
brillo del Algol. Uno de estos documentos, el Calendario de El Cairo ha
logrado llegar a nuestros días revelando las anotaciones sobre el brillo
de la estrella Algol. Los antiguos egipcios creían que dos de sus
deidades más importantes vinieron de estrellas, precisamente a partir de
Orión (Osiris) y sirio (Isis). Entonces la vinculación
de sirio y Orión, al menos desde un punto de vista astronómico, es
innegable, pues los egipcios sabían que Orión se perdía tras el
horizonte una hora antes que sirio, lo que sirvió de referencia también
para el establecimiento del calendario sóthico. En definitiva, pese a
toda la evidencia expuesta, los historiadores prefieren seguir ignorando
el porqué de la fascinación que ejerció sobre los egipcios (y sobre
otros pueblos tan alejados de ellos como chinos o dogones) la estrella
Sirio, aunque todos ellos se esforzaron en
aclararnos estas dudas en sus templos y mitos: sus “dioses
instructores” descendieron un día lejano de aquel sistema triple y
habitaron quizá entre nuestros antepasados. Egipto como toda cultura
ancestral guardaba una estrecha relación con el cielo. Todo lo
particular y exclusivo de su cultura también la proyectaban en la bóveda
estrellada. Como siempre es conveniente comenzar por el principio,
señalemos aquí que el año egipcio comenzaba con el orto helíaco de Sirio
o el sepedeth como ellos lo definían. Es decir que el año se iniciaba
cuando la brillante estrella Sirio aparecía por el este antes que el sol
matinal. Los egipcios eligieron este momento ya que coincidía
justamente con la crecida anual del Nilo. Esta ocasión era esperada con
enorme ansiedad por el pueblo, pues la magnitud de sus cosechas dependía
del volumen de agua que desbordara del río. Por esta causa, la estrella
Sirio se identificó con una de las diosas más importantes del panteón
egipcio, la diosa Isis. Solo que en vez de representar un perro en el
firmamento como nuestro Can Maioris, representaba una vaca. Tampoco el
gigante Orión era ajeno a los cielos del Nilo y con una figura más o
menos parecida a la actual, recibía el nombre alternativo del dios
Osiris, unas veces y Horus otras, según el “domo” o territorio desde
donde se realizara la observación. También la constelación de Bootes
mantenía unos límites más o menos parecidos a los actuales, aunque los
egipcios la bautizaron
como Epet. De este extraño mundo astronómico egipcio quedan hoy pocos
rastros en el firmamento, ya que las constelaciones actuales tienen un
origen fundamentalmente babilónico y griego. La única excepción que hoy
podemos ver en el cielo de una constelación genuinamente egipcia es
Ophiucus, que se ha mantenido fija en el espacio, como una ruina
arqueológica o un dinosaurio celeste. Para esta milenaria cultura las
estrellas eran dioses, en unos casos y almas de los difuntos, en otros. Y
a tal extremo llegaba esta asociación que dentro de la Gran Pirámide,
fueron especialmente ubicados unos ductos para conducir el alma del rey
de la Cámara funeraria, donde descansaban sus restos, a la estrella
sirio, como medio directo de comunicación del alma inmortal del faraón
con el cielo imperecedero. Para este pueblo, los planetas en cambio –
aparentemente –no gozaron de una consideración especial; quizá su
tránsito, continuo y errante por el firmamento despertaba suspicacias
por su condición de móviles, cuando una de las características de lo
inmortal e imperecedero es la inmovilidad. Los egipcios adornaron
muchas tumbas con “techos astronómicos” como es el caso de la sepultura
de Sethi I en el Valle de los Reyes. En este sepulcro se representaron
constelaciones y dioses justo encima de la bóveda situada sobre el
sarcófago real, lo que permitiría el ascenso mágico del alma del difunto
rey y su liberación entre las estrellas. Muy cerca, en el Valle de
las Reinas, en la tumba de Nefertari, también se representaron estrellas
sobre el techo de la bóveda, solo que esta vez de manera uniforme y
simbólica, sin formar constelaciones. En Esna, una localidad donde se
rendía culto a Cnum (el divino alfarero) se construyó un templo al dios
donde fueron pintadas escenas astronómicas y un calendario que señalaba
las principales festividades religiosas. Finalmente en el templo de
Dendera, se representó todo un zodíaco en una de las capillas del
complejo. Sin embargo, lo que mucha gente no sabe es el hecho de que los
antiguos egipcios descubrieron un sistema solar hace miles de años
antes de los astrónomos de la actual corriente principal de la
ciencia oficial, sin el uso de los telescopios modernos y tecnologías
avanzadas que los investigadores utilizan hoy en día con el fin de
descubrir lugares distantes en el universo. Los antiguos astrónomos
egipcios descubrieron la estrella Algol. La variabilidad de su luz ha
sido objeto de especulaciones durante cientos de años. Ahora, un grupo
de investigadores finlandeses propone que hace 3200 años, los egipcios
se percataron de esta característica de la estrella. Sugieren que en un
documento conocido como el Calendario de El Cairo se registran las
variaciones de brillo de Algol lo que, hoy en día, es útil para estudiar
el comportamiento errático de este sistema estelar. El primer registro
de este sistema de la estrella misteriosa se remonta a 1244 a.C, escrito
en un calendario (El Cairo Papiro 86637) realizado en el antiguo
Egipto, en el que Algol tiene un papel protagonista en la medición del
tiempo. Fue nombrado por los antiguos egipcios como la “estrella del
demonio” y era un sistema estrella muy importante en la
antigüedad. Aunque en el pasado se creía que era un sistema binario, Sin
embargo, hay un pequeño problema. Los datos del Calendario de El Cairo
describen que el período de Algol es de 2,85 días, muy ligeramente
inferior a los 2.867 días ya observados. El equipo no cree que esta
diferencia se deba a un error de observación, sino que creen que es
porque el periodo ha cambiado con el tiempo, lo que
da crédito a la teoría de que la estrella Algol es en realidad un
sistema de tres estrellas, tal y como sugieren las nuevas
investigaciones. De esta forma, los ancestrales datos egipcios, son
capaces de apoyar ahora una investigación llevada a cabo miles de años
después, estudios posteriores confirmaron que Algol se compone de tres
estrellas que orbitan entre sí. La característica más inusual y
sorprendente de este sistema que se encuentra en la constelación de
Perseo es que sus dos estrellas principales son tenues, lo que resulta
en un ciclo con una regularidad perfecta de eclipse: Cuando la más
prominente de las estrellas del sistema brilla a un ritmo menor, los
observadores de la Tierra pueden ver que es, de hecho, eclipsado por la
estrella más pequeña, un fenómeno que tiene una duración de 2 días, 20
horas y 49 minutos. De acuerdo con los estudios, Algol fue representado
como Horus y por lo tanto significó tanto como la divinidad y la
realeza. Los textos que describen las acciones de Horus son consistentes
con el curso de los acontecimientos presenciados por cualquier
observador a simple vista de Algol. Estas descripciones apoyan las
afirmaciones de que el calendario del Cairo (El Cairo Papiro 86637) es
el documento histórico más antiguo conservado sobre el descubrimiento de
una estrella variable. El período de la Luna, de 29,6 días, también se
ha descubierto en el documento antiguo. Miles de años después de que los
egipcios descubrieron y utilizaron este sistema de estrellas, los
principales científicos comenzaron a estudiarlo. En 1881, Edward Charles
Pickering sugirió que era un sistema binario, y años más tarde Joel
Stebbins con un fotómetro midió el espectro de la luz, conjeturado que
el sistema de estrellas en la constelación de Perseo tenía una tercera
estrella. El análisis de El Cairo Papiro 86637
reveló que los períodos de Algol (2,85 días) y la Luna (29,6 días)
regulaban de forma activa las acciones de los dioses en este antiguo
calendario. Sin embargo, esto significa no sólo que los antiguos
egipcios fueron los primeros en registrar este sistema estelar, sino que
el estudio también confirma que las fases más brillantes de Angol y la
Luna tenían significados especialmente positivos para los antiguos
egipcios.
viernes, 2 de septiembre de 2016
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