a esta otra.
Los franceses son unos pillines y quieren ver qué de carne hay debajo de esas prendas tan largas. Y, por supuesto, los musulmanes no están dispuesto a que, lo que se destapa en privado, sea de dominio público. Quieren evitar el pecado de la carne que penetra en los cuerpos ajenos a través de las ventanas visuales. De todas formas... la norma sería echar la culpa a Dios por haberlas moldeado de esta forma (¡¡¡a saber lo que estaba pensando Dios en ese momento!!!). Siendo Dios el creador ¿cómo vamos a pecar nosotros? En todo caso, sería, de lujuria y baba.
Me he dado cuenta que cuando te cruzas con una musulmana que va embutida en unas ropas tan difíciles de llevar y no la miras..., se siente un poco..., dolida. Ellas tienen ganas de llamar la atención más... que las de despojarse de esas infelices ropas. Van por la calle con una soltura rayana a la atracción visual de los hombres con los que se topan. Ésto deberían saberlos sus maromos para que les pusieran un collarín con la capacidad de no poder doblar el cuello y percatarse de si las miran otros hombres. De esta forma estoy seguro que se sentirían, los unos y las otras, en su jugo gástrico más propio de caballos o mulos o bueyes atados a un carro o yunque. Estoy seguro que las leyes divinas se han quedado muy atrapadas en las leyes mundanas. ¡Pero a ver quién es el guapo que se atreve a decírselo! De todos modos, dentro de no muchos años, veremos a los extranjeros luchar entre ellos por la tierra española, más que los españoles. El país está dividido entre las mafias rusas, los negocios chinos, las maras sudamericanas, y los dandis negros aparca coches. Todo un lujo de mano de obra barata para levantar España. Lo más sorprendente es que en las playas de Valencia los negros sirven de chivatos a los polis. De esta forma se ahorran tener que estar corriendo los unos delante de los otros, a cada momento. Han llegado a la integridad nacional de hacer la vista gorda, unos, para enterarse de lo que acontece en un determinado lugar, por los otros. ¡Qué chollo! Y de vez, en cuando, los polis llevan a las titis negras a dar un voltio por los locales de copas, de los amigos, para darles envidia cochina; eso sí, se las ponen a huevo y las más guapas. ¡Qué lujo! Mamá, quiero ser poli.
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