16 años han pasado desde el desplome de las Torres Gemelas. En su lugar ha quedado un holograma de victoria, de pirámide de luz demoníaca. Porque demoníaco fue el atentado a las Torres con cerca de 3000 personas dentro. Como siempre pasa cuando las cosas están controladas: ningún familiar de Bush estaba dentro de ellas, como tampoco había ningún judío, musulmán u árabe en las cercanías. ¡Qué curioso que les dieran permiso ese día; como curioso fue encontrar sobre los escombros el pasaporte de uno de los terroristas. De la misma forma de actuación que en el 11M, de Atocha, Madrid: donde se dejaron documentación en la furgoneta; y en la de Barcelona, también, se dejan pasaporte en asiento copiloto de la furgoneta. ¡Tan concienzudos en los ataques, como descuidados en los documentos! Otra curiosa coincidencia es que en Madrid cogieron a un chivo expiatorio, y, en Barcelona, se los cargaron a todos. ¿Para que no hablaran? Pues sí, para que no hablaran.
En el 11S, aún es más despiadado. Todos hemos visto los videos donde se nota que por debajo de cada piso van explosionando cargas de explosivos, puestos semana anterior por el FBI. Explosivos de nanotermita, que descompusieron el material del que estaban construidas ambas torres. Tienen el mismo efecto que la lava en los volcanes. Amén, de que, el material de hierro y aluminio, presentaban marcas características de dicho explosivo. Inmediatamente, del suceso, todo el material fue vendido a los chinos. No hubo forma ni tiempo para investigación política. Bush estaba al tanto del atentado de falsa bandera; como la falta de los aviones que patrullan los cielos con órdenes de disparar contra avión no identificado. Y la sorprendente caída del edificio 7, oficina de la CIA, que estaba a la otra parte de la plaza y ningún objeto se estrelló contra él. Sospechosa la actividad de un contingente de camiones que sacaron los documentos oficiales, una semana antes del atentado. Ahora, todo son minutos de silencio para tanta alma asesinada. Hijos de puta.
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