lunes, 1 de julio de 2019

no puedo estar más en desacuerdo

que con aquellos que se han tomado la libertad de crítica sobre la revolución literaria que está por llegar. Al igual que la revolución industrial, en Inglaterra, y de aquellos polvos estos lodos... En Barcelona la Alcaldesa, Ada Colau, ha dado un concierto de buenas relaciones entre los españoles. Estos españoles que somos como las bestias. No sabemos hablar tan bien como los doctos catalanes y de ahí que haya cumplimentado el libro, el manual, de las buenas relaciones. Cuyo contenido deja muy claro cómo debemos hablarnos y qué debemos decirnos. Qué palabras o frases se pueden emplear para no dañar a un colectivo o a una facción terrorista. Al negro hay que llamarlo blanco constreñido. Y al blanco...: negro desteñido. Al etarra hay que hacerle reverencia, sin pensar en su familia. A los chorizos catalanes no se les puede llamar chorizos porque se pueden enfadar los que venden chorizos... por tanto se les llamará hijos de... sin llegar al término. Cosas que si las piensas bien son muy justa para una convivencia acorde. Es verdad que los hijos de... seguirán llevándoselo crudo y como no hay una definición clara del acto pues no se les podrá denunciar. El decir hijo de..., no es suficiente para que un juez te instruya la demanda. 
En fin,
no todos en Cataluña pierden el tiempo mientras se refuerzan las ganas de otra toma de la Bastilla. La reina del Ayuntamiento está intentando dar buena impresión a los europeos para que les apoyen cuando den el asalto definitivo al Estado Central. Busca apoyos en todos los medios y por todos los medios, y recurre a la literatura apoderándose de todos los  famosos de fuera como de dentro del territorio. Todo aquel que la place fue catalán, y desecha lo que bien la puede perjudicar. Y al final todo la perjudica porque lo que están enseñando es todo, menos literatura e historia de verdad. 
Es tiempo de que el Ministro de Cultura se persone con la Legión y dejen a la cabra hacer su trabajo de desalojo institucional. Fuera mamarrachos y lúcumas.
Estamos en el tiempo en que los imbéciles se disfrazan de intelectuales.

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