miércoles, 5 de diciembre de 2018

le habéis exiliado

pero también habéis abierto la puerta al dragón que lleva dentro. Me alegro que alguien con dos cojones se enfrente a toda esta chusma de políticos corruptos y pedófilos. Este no es ni parecido a aquellos blogueros que tuvieron la valentía de asumir riesgos escribiendo lo mismo e investigando por su cuenta... y les vapulearon por todos los sitios. Cerrándoles los blog y persiguiéndoles como si ellos fueran el mal mayor... No, el mal mayor está en los nombres que ha soltado Josele y espero que se haga justicia para unos padres que dejaron de serlo hace 25 años. Y a un abogado que le llevaron hasta el último aliento cuando se enfrentó: a través de los medios de comunicación, con toda esa chusma que nombra Josele Sánchez. 
Hay vídeos de aquellos jóvenes -que ya no lo son tanto y que han envejecido por los abusos cometidos sobre ellos-, hablando de su experiencia, que saltan la lágrima y solidaridad con su dolor. Y aquí no vamos de aquello de que si Jesús el Cristo padeció... también los demás tienen que hacerlo. No.
Esta cuestión es otra fuera de las garras de la religión que también practica la pedofilia por otros derroteros; aunque los abusados siempre son los mismos: niños. 
Este es un ejemplo de solidaridad con todos aquellos abusados y en contra de sus abusadores. Es una labor de una maestría absoluta y de un aporte intencionado de grandeza personal.
Josele Sánchez y el periodista y criminólogo Juan Ignacio Blanco están siendo pilares para la reconstrucción del crimen de las niñas de Alcacer. Espero que nunca sea tarde, ahora que los culpables tienen nombre y apellidos y han gobernado nuestro país en un momento de nuestra historia. Las historias que se hacen mal, tienen que ser necesariamente cerradas con un final feliz. Y, espero, que este sea un broche a 25 años de angustia de los familiares y amigos de las tres niñas. Y de sus luchadores.
Mi reconocimiento más absoluto a la labor de Juan Ignacio Blanco y Josele Sánchez.

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