martes, 18 de diciembre de 2018

ahora sí que sí.

Todo este tiempo, Sánchez, en el Falcon, ha ido en busca de la fórmula mágica que le mostrara el camino para seguir en el sillón presidencial sin tener que claudicar con aquellos magos que le enseñaron el dichoso asiento. 
Sánchez ha dado con la fórmula: subir los salarios de los funcionarios el 2,25 y los sueldos base a 1.000 euros. Estoy seguro que con este birlibirloque tiene ganado la presidencia para el resto de sus días. Solo tiene que ir -a la par que se debilita físicamente- ir subiendo los porcentajes a los funcionarios y el 0,25 a los jubilados. Total, ¿los jubilados y pensionistas para qué quieren que se les suba más?
Este hombre es un lumbreras. Debe de haberse encontrado con alguien de las altas esferas espirituales de los escaños y presidencias y le debe de haber abierto los ojos en cuanto a tomar esas medidas. Claro está que la subida del 2,25 también es para él y por supuesto para aquellos que le juraron compañía. Los de Podemos pueden tener asegurado la mensualidad del préstamo hipotecario que recibieron al (0%) del tipo de interés del casoplón Iglesias. 600.000 euros por la patilla. Y, ahora, se suben el 2,25 que ya se subieron cuando les subieron, los del PP, el  0,25% a los pensionistas. Es decir, que mientras a los jubilados y pensionistas les han subido un 0,25% las pensiones, ellos se han subido el 4,50.
Mirad, si no, ha encontrado la fórmula mágica para hacerse con los votos de los funcionarios, en las próximas elecciones generales.
Acojonante, amigos.
¿Esto es nuevo?
No amigos. Sánchez no es tan listo. 
La fórmula mágica la han utilizado en los dos partidos mayoritarios durante 40 años. Y los funcionarios les han votado en pleno. ¿Qué más les da a los funcionarios quienes gobiernen si ellos van a llevarse bien?
¡Hace falta ser caras!
Ya les vale subir el sueldo a tanto funcionario que no funciona; que por cierto: son las mayorías. 
Pues ahí tenéis el por qué de tanto Falcon para acá y para allá. Buscando la compresa que tape el agujero de las desdichas.
¡Qué portento el tío!

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