viernes, 19 de octubre de 2018

¿qué pasa con los andaluces?

todo el mundo se mete con los andaluces como si fuera el pueblo elegido por Dios. Sin embargo la grey sabemos que el pueblo elegido por Dios es Catalunya y Junqueras su profeta. Ahí se arrancó Puigcercós -otro profeta- diciendo que "en Andalucía no pagaba impuestos ni Dios". Bien es sabido que Dios tampoco los paga en Cataluña, dada la cantidad de pasta -en euros- que debe a la caja central o al resto de comunidades. 
¡Ya basta de meterse otros contra otros para que la casa se quede sin barrer! 
Ya basta de tanta metedura de pata y funcionarios que no funcionan. En este caso me refiero a los elegidos a dedo por sus señorías y, también, a algunos de sus señorías que deberían estar en la cola del paro. 
¿Por qué no lo están? 
Desde luego que no es por valía, sino porque en su día también fueron elegidos por profetas de Su Señor.
Hace falta valor para insultarse los unos a los otros y tomar café juntos. 
Hace falta valor para señalarse y dejarse las compresas unas a otros, y, unos a otras. Por aquello de que los niños tienen vagina, unos, y los otros pene.
En esta cantidad de chorradas es en las que pierden el tiempo y nuestro dinero: en la ideología de género y en cambiar los muñecos de los semáforos por un invertebrado que no sabemos qué es. Pero queda muy bien expresada la incógnita del citado.
Realmente el problema es uno y solo uno. Estamos escribiendo de la decadencia de la política y, verbigracia, de los políticos y de su ineficacia a la hora de representar al pueblo que en algún caso les ha votado.
Como vemos no tienen ningún problema a la hora de robarnos, insultarnos y vendernos al mejor postor con tal de llevárselo crudo.
En alguna parte -no muy lejos de aquí- debe de haber alguien que se esté descojonando de observar a sus muchachos como perros salvajes dar dentelladas con tal de que la pasta caiga mes a mes. Si no de qué tantas empresas, propiedades, coches de lujo y disfrutes en puticlub. Algunas de sus señoras esposas deben de tener el coño escocido de tirar de tarjeta para retozar alegremente cuando sus señorías están haciendo lo mismo en los salones de luces de colores. Pues, nada, señoras y señores cornudos, sigan haciendo lo único que parece les sale mejor: las comidas y los festejos taurinos en los que se  cornean los unos a los otros.
Tengo la sensación que es en lo único que se homologan los unos con los otros...
¡Qué desdicha, Señor!

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