grito de impotencia

 Vuelven las oscuras golonfrinas 

en tu balcón sus nidos colgar.

Vuelven los brillantes aviones

a tu ciudad la atmósfera fumigar.

Creo que va siendo hora de saber la verdad de todo este ir y venir de aviones repartiendo ese polvo blancuzco cuyo contenido no sabemos qué es. Pero, imagino, que bueno no puede serlo. No creo que sea un nuevo medicamento para alargar la vida sino, más bien, para acortarla. Y todo ello por idea y voluntad de una serie de personajes que ronda la ficción y que les hemos dado un nombre y cualidades que solo dependen de dinero para conseguir y experimentar lo que les de la gana. A costa de lo que sea. 

La cuestión es que idearon espolvorear la atmósfera con polvo de tiza para conseguir una cúpula que no dejara traspasar los rayos solares: que según <<ellos>> perjudican la salud de las personas. 

De esta forma crearían un efecto invernadero más propicio para sus intereses monetarios. Creceríamos como las plantas y tendríamos fecha de caducidad como las plantas criadas bajo techumbre o plástico. Pero para esto ya tenemos las cárceles y no, precisamente, el que lleva temporada metido en ella, sale con mejor color y efecto sanador.

Bien.

Como vemos las fechas de fumigación son de larga duración y el propósito, al parecer, padece de efectividad. A no ser que el propósito sea preñar las nubes y abortarlas a voluntad. Los chinos, de China, ya disponen de un aparato hacedor de nubes y la consiguiente manera de disolverlas, por si una de aquellas, llegara momento de diluvio.

Esta manera de cuidar el sembrado se lo ví hace mucho tiempo a los agricultores de Valencia, España. Los agricultores deshacían las nubes  mediante cohetes cargados con yoduro de plata que, al explotar sobre la nube, se expandía el yoduro y la nube se evaporaba. Una forma de proteger el sembrado recién cosechado.

Total, 

que no paran de hacer inventos para salvar a la humanidad con fecha de caducidad impuesta por ellos. No veo yo qué poblema tiene el planeta recibiendo los calores de temporada, y la suavidad en el invierno. ¡Vamos! lo normal en millones de años.