ya no hay ninguna duda. La prueba la tenemos con Enrique y Meghan que han salido corriendo después de ver a la monarca convertirse en una amantis religiosa. Debe de ser más fácil que la reina se convierta en amantis..., que los herederos reales renieguen de su herencia monárquica. Sin embargo, lo han hecho. Están -dicen-, hasta los huevos de que la gente les critiquen cada cosa que hacen. Pero eso entra dentro de la prerrogativa de la casa real. Esta Casa está para recibir todo tipo de intrusión verbal dada la representatividad de la misma. Lleva la reina y el consorte tropecientos años dando el callo, para que ahora vengan sus herederos a dejarles tirados. Y eso que pienso que Meghan no es tan pija como para hacer maletas y decir: goodbye my mother in law. Pero lo ha hecho sin despeinarse. El consorte se ha quedado de piedra pome. No se lo podía creer con lo que ha estado aguantando durante tanto tiempo cuando también le hubiera gustado tirar la toalla. Ahora ya es tarde y, encima, esto. El consorte ha dicho que por él se tiraría aún varios milenios más calentando el lecho conyugal. Pero se ha dado cuenta de que la reserva de güisqui Beefeater está bajando considerablemente la reserva federal. Vamos, que se les acaba el agua de fuego que les mantiene como si tuvieran 18 años. Y casi entre los dos suman 2000 años de antigüedad. Devienen de las antiguas castas de faraones egipcios.
La pareja ha decidido marcharse al norte del norte de Estados Unidos y no han dado la dirección a nadie por si una de aquellas. Que se encuentran con Mariñas, por casualidad, pues que así sea, pero si es posible se vestirán de lagarteranas con tal de que nadie sepa quienes son, ni qué hacen en el lugar. Eso sí van a fundar una ONG a nombre de la Casa Real para que los envíos les permitan vivir olgadamente sin depender de padres, abuelos, etcétera. La huida consiste en desprenderse de chismes...; no para buscar trabajo y tener que trabajar. Antes muertos que sencillos. Y ahí les tenemos con sonrisa Profident y todo un mundo por delante, sin tener que llevar mogollón de gente por detrás.
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