cuando nuestros amados personajes de la política se tiran los tejos, -y la casa si hiciera falta-, para demostrarse que el otro fue peor cuando gobernaba...
Me brota un subidón de urticaria que, sin llegar a ser crónica, se le acerca. No quiero ser aguafiestas pero bajo mi punto de visión fue en la época de Aznar cuando la banda terrorista estuvo casi a punto de jubilarse por la presión ejercida por el gobierno español y el francés. Y lo hubieran hecho si no hubiera aparecido el imbécil de Zapatero -en formato de aparición, precedido por los cascotes del atentado, en Madrid, en la Estación de Atocha-, y les concediera el grado máximo de indulto: gobernar las administraciones Vascongadas. De este modo podrían seguir siendo etarras, -que se vanaglorian de ello-; y sin arrepentimiento alguno por las vidas segadas impunemente. Disponer de todo el dinero de los impuestos de los vascos, sin tener que mandar cartas de extorsión a los empresarios si querían que, sus familiares y amigos, siguieran con vida. De hecho, en la comunidad valenciana, hay muchos vascos que inmigraron para no tener que pagar más, y preservar su vida y sus negocios. Y ahora aparece el memo de Sánchez regalándoles Navarra. Nunca es tarde para que un imbécil desbanque a un igual.
En fin;
lo bonito de todo es que el presente es la encarnación de una novela rosa entre la reina del sarao y las palmeras. De palmas, de jarana, de tablao. Y es que es digno de mención y vista el fijarse los andares chulescos de Sánchez, y los andares de balancín de Iglesias. El chepudo. Un chepudo que le ha venido Dios a ver con una banda o panda de milagreros detrás. Quienes le han concedido la plaza de vicepresidente junto a su pareja y dos más. Una cama redonda a la espera de la entrada, en escena sexual, del Rey del porno español.
¡Qué vergüenza, Señor, que vergüenza!
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