jueves, 26 de febrero de 2015

Yes, we can

Desde que Obama obtuvo el Nobel de la Paz, los EEUU han arrasado siete países ―Afganistán, Libia, Somalia, Pakistán, Yemen, Irak y Siria―, se han inventado de la nada y armado hasta los dientes al Estado Islámico ―del mismo modo que Bush se inventó a Al Qaeda― y han provocado conflictos militares, revueltas, masacres y primaveras con sangre de todos los colores en varios estados soberanos.
El POTUS ha mentido sin tasa, ha fingido haber asesinado a un ya cadáver con más de 10 años, a Osama Ben Laden ―agente de la CIA hasta su muerte en El Cairo, consecuencia de un cáncer de riñón en diciembre de 2001―; ha ordenado (él, directamente) asesinar a miles de personas mediante su programa de aparatos asesinos autotripulados (drones); ha pagado ejércitos mercenarios que han asesinado ante los mismos ojos del mundo a líderes mundiales que habían osado denunciar ante la ONU el fascismo norteamericano imperante, a la propia ONU como ramera de los intereses norteamericanos y a la Reserva Federal como falsificadora de dólares; y acosa ahora a Irán porque es considerado por Israel su peor enemigo, tras haber cometido el pecado nefando de negar el Holocausto y demostrarlo mediante sesudos estudios, presentados en simposios oficiales internacionales, concluyendo que jamás existió.
En diciembre de 2009, tan solo dos meses después de convertirse en el Nobel de la Paz, Obama envió 30.000 soldados más a Afganistán. En marzo de 2011 ordenó la operación militar para derrocar al líder libio Muammar El-Gaddafi. Como resultado, el mandatario libio fue asesinado a base de palos y tiro de gracia sin que pudiera defenderse en la Corte Penal Internacional. Consecuentemente, estalló un conflicto armado por el poder civil en Libia que desembocó en la desintegración efectiva del país y el crecimiento del islamismo y del tribalismo. El país, el más adelantado de África, quedó arrasado. Pero Rothschild ―el capo de la SFI― se había apresurado a abrir un nuevo banco central en Bengasi a los primeros tiros, luego consolidado, tras robar todo el oro de las bóvedas del anterior banco central libio.
Obama, mientras encanecía, orquestó las primaveras árabes en todo oriente, apoyado sobre el terreno por los servicios de inteligencia israelíes, cuyos agentes pasan por árabes, repartiendo miles de millones de dólares entre la peor chusma para lograr aquellos "espontáneos" alzamientos populares.
A primeros de 2011, Obama se empeñó en derrocar también al líder sirio Bashar al Assad, para lo cual ordenó armar a la oposición siria y transportar mercenarios desde Libia. El modelo que trató de seguir fue el libio, con bombardeos selectivos de la OTAN ―los bombarderos españoles descargaron sobre Trípoli 17 veces―, so pretexto de crear corredores de seguridad. Pero Rusia le paró los pies armando al ejército sirio con misiles antibombardero S300. Obama creó entonces, ni corto ni perezoso, la organización terrorista E.I., Estado Islámico. Y lo hizo de la nada. Ésta empezó a operar asesinando kurdos y sigue ejecutando cristianos bajo los focos de todas las televisiones. Todo ello para justificar la intervención en la zona ocupada, al norte de Irak, entre Siria e Irán, desde donde, so capa de que las tropas del E.I. traspasaban las fronteras, ha bombardeado, junto con su socio y cerebro real de todas las operaciones geoestratégicas, Israel, a la república árabe Siria sin rendir cuentas a nadie. Y, como bien sabemos todos, piensa, con la misma excusa, atacar Irán.
En efecto, el Estado Islámico está constituido por los mismos asesinos que actuaron en Libia, pertrechados por EEUU ―sus líderes han sido fotografiados con McCain, que en vez de líder de la oposición parece un secretario de estado en la sombra de las cloacas―. Las diatribas de los líderes del E.I. son idénticas a la de los payasos africanos de Boko Haram, resultando evidente que se trata de actores británicos y franceses a sueldo de Washington, meros señuelos para encubrir las acciones genocidas norteamericanas de agresión contra estados soberanos.
En agosto, Obama autorizó los ataques aéreos contra las posiciones del Estado Islámico en Irak y en septiembre EE.UU. comenzó a bombardear Siria sin el consentimiento de sus autoridades. La estrategia de Obama no es acabar con el E.I., sino ayudarlo. Por eso, el E.I. sigue aplastando al ejército regular iraquí, mientras orquesta una exitosa campaña de propaganda en las redes sociales y obtiene millones de dólares con la venta del petróleo de los yacimientos secuestrados. Y el mundo sabe ahora que Internet está absolutamente controlado por la NSA norteamericana. De modo que toda esa propaganda del E.I. es intencionadamente consentida.
Agentes del Mossad ejecutan cada cierto tiempo atentados que en los medios sionistas, que son todos, se atribuyen al E.I. y sus satélites. Sirven para asustar y hacer creíble la amenaza a un público distraído, de modo que nadie alce la voz en contra de la política sionista. El E.I. es la nueva Al Qaeda, igual de absurdo, hollywoodiense e imposible.
Pero las travesuras del premio Nobel Obama no terminan en África y el Oriente Próximo:
En Ucrania, ha puesto en marcha un costoso y arriesgado programa de agresión a Rusia. Durante las protestas de Maidán, los medios papagayos sionistas de los países occidentales reforzaron su retórica en apoyo a la oposición ucraniana con el objetivo de derrocar al Gobierno democráticamente elegido de Yanukóvich. Obama apoyó al presidente actual de Ucrania, Poroshenko, a pesar de ser un declarado fascista, a cambio de su compromiso de incorporar Ucrania a la OTAN. De hecho, su gobierno comenzó su andadura reprimiendo el este del país ―votante mayoritario de Yanukóvich― y prohibiendo el ruso como idioma oficial. Como quiera que el presidente ruso, Putin salvó la crisis con audacia e inteligencia, y se cerró con la anexión de Crimea a Rusia, el POTUS aprobó entonces el suministro de armas pesadas a Kiev para emplearlas contra su propio pueblo. 
Últimamente, Obama vitupera a Rusia en sus discursos, la tilda de expansionista. Pero es la OTAN la que está en las fronteras de Rusia. La táctica de Obama de presionar a Rusia mediante las sanciones económicas, impuestas contra los intereses de Europa, ha provocado ya una caída del PIB alemán de dos puntos.
En el Pacífico, Obama está agrediendo a China y apoyando a sus contrincantres en las disputas territoriales y aumentando su presencia militar en la región.
A pesar de sus vacuas promesas electorales ―como era de esperar dado quién es quien manda en el mundo de verdad, el Sanedrín Financiero Internacional, auténtico cerebro y financiador de Sión―, Obama continúa regalando armamento a Israel y evitando que sus gobernantes sean juzgados por los crímenes de guerra cometidos en Gaza.
Como colofón añadiré que, si nadie lo remedia, el primer POTUS de color va a conducir al mundo a una conflagración de consecuencias nefastas para el planeta Tierra. He leído atentamente aquí sobre la posible inexistencia real del arma atómica. Pero, tras tan esperanzadora noticia, leo que, en realidad, da igual que no exista porque los principales contendientes ―EEUU, la OTAN, Rusia, China― poseen explosivos de alta destructividad suficientes para volar medio mundo y contaminar el otro medio, pues sus supuestas bombas termonucleares actuarían como bombas sucias, al estar preñadas de desechos radiactivos con períodos de semi desintegración de varios cientos o hasta miles de años.
¿Acaso puede haber mayor ignominia que la de conceder el premio Nobel de la Paz a semejante monstruo?

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