Un programa de la televisión de Shanghái mostró el domingo a los
trabajadores de una planta de Husi Food Co. en la macrociudad de la
costa este reenvasando carne ya caducada de pollo y vaca con etiquetas
falsas o utilizando piezas caídas en el suelo.
La planta fue cerrada ayer y la Agencia de Seguridad Alimentaria
prometió “castigos severos” para los culpables. El Diario de Shanghái ha
explicado que los responsables ya están “bajo control”.
Husi Food Co. pertenece a OSI Group, una compañía de Illinois, y
abastece en China a cadenas de comida rápida como McDonalds, KFC o Pizza
Hut. El escándalo se ha extendido a medida que pasaban las horas.
También la multinacional Starbucks se nutría del mismo suministrador
para elaborar sus bocadillos y McDonalds ha admitido que ese pollo se
utilizaba también en sus tiendas de Japón.
Todas las compañías han reaccionado con celeridad: han cancelado su
contrato con el suministrador, han pedido disculpas a los clientes y
prometido que realizarán sus propias inspecciones al margen de las
oficiales.
Los escándalos alimentarios son habituales en China y suponen una de
las principales quejas ciudadanas. Existen pocos productos que no hayan
protagonizado ninguna crisis, por lo que los consumidores chinos ignoran
por cuál decidirse.
En 2008, en plena víspera olímpica, seis niños murieron y cientos
enfermaron por la leche contaminada por melamina, una práctica que
después se descubrió que era habitual en todo el sector lácteo nacional.
La reacción habitual de los chinos es volcarse hacia los productos
occidentales, vistos como más seguros. Pero en los últimos años los
escándalos también han alcanzado a compañías extranjeras.
La cadena Wal Mart vendió carne de zorro etiquetada como caballo en
2011 y en éste ofrecía pato caducado. Las ventas de KFC en China ya
cayeron el pasado año cuando otro programa de televisión denunció que
varios de sus suministradores de pollo habían violado las leyes sobre el
uso de fármacos.
La acumulación de casos ha provocado la ira en China, donde cuesta
entender que compañías tan escrupulosas en el resto del mundo bajen aquí
sus estándares. El diario Global Times, en un editorial titulado “Ya es
hora de que las compañías extranjeras cambien su actitud”, explica que
estas no han dedicado a los usuarios chinos toda su atención. “Quizás
creen que el mercado chino es un lugar agreste y que sus servicios que
son simplemente buenos pueden funcionar”.
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