cuando el descarrilamiento del Tren Celta, cerca de O Porriño. Nos pusimos a favor del maquinista dado que sí apretó el botón de alarma de seguridad. La forma más simple es echar siempre la culpa al maquinista, en vez de asumir la responsabilidad -en los tramos de mayor peligro- de las balizas correspondientes. Se supone que hay un freno o sistema de frenado que se activa cuando el convoy entra a una velocidad excesiva. Y no sucedió, ante la anormal velocidad que llevaba el tren.
Bueno
esto viene a colación al enterarme de que dentro de la cabina o compartimento de mandos viajaba una persona que no debería estar -por restringido-, en esa zona. Sólo están permitidos el maquinista, el interventor y el aprendiz.
¿Por qué le dejaron ocupar espacio en la cabina? ¿Estaba siendo protegido por amenaza externa?
Nadie lo sabe.
Pero lo sorprendente es que los tres operarios murieron junto a un inglés extraño , de nombre James Candlín, (el cuarto hombre) que no debió estar ahí.
Al parecer
este inglés afincado en Estados Unidos era un importante bioquímico, líder en biotecnología. Sagen Research, es la compañía para la que trabajaba como vicepresidente de "soluciones proteómicas", vinculados con el centro químico-biológico "Edgewood Chemical" del ejército de Estados Unidos, en la novedosa plataforma de identificación de microorganismos patógenos en fluidos. Este dispositivo es capaz de identificar 45.000 bacterias, virus y hongos diferentes sin necesidad de cultivos previos.
¿Un complot ferroviario para tapar la boca del inglés?
Siempre hemos sabido que los daños colaterales son estadísticas en los accidentes.
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