miércoles, 30 de agosto de 2023

la Super Chuli

 
se permite decir, de los demás, que no están preparados para hacer o representar, a tal o cual grupo, ministerio, o Dios sabe qué más cosas. Pero para muestra un botón de lo bien preparada que se encuentra ella ante una pregunta de una reportera inglesa que la deja mirando para Cuenca y más allá. 
El vídeo no tiene desperdicio porque ante la pregunta mira a diestra y siniestra a ver quién le puede echar una mano para descifrar la clave que encierra la pregunta de la inglesa e intenta tocarse la oreja a la manera de Samanta, la bruja que desaparecía cuando se frotaba el lóbulo auditivo. Pero, por desgracia, ella es bruja pero no tiene poderes, aún. La cuestión es que no se sabe bien si es que estaba pidiendo el Talión -como medida de respuesta jurídica, contra la periodista-, o un traductor simultáneo catalán, de esos tan chulis que van a comprar para que los catalanes se puedan comunicar con los catalanes españoles. Un rotundo, oh, ante esa propuesta...
Socorro, clama en silencio Yoli pidiendo la escopeta de matar periodistas extranjeros. ¿Quién ha sido el que ha dejado pasar a esta tocapelotas del periodismo sajón, vikingo o normando?
Señores...
Esto es lo que tenemos como políticos de pro. Una caterva de ignorantes de universidad mundana, que prepara, que valora el tú a tú de la enseñanza callejera. Ecos de la Escuela de la Vida...: Que suelen vanagloriarse de haber aprendido a robar bicicletas.
Y como de la Yoli y sus comentarios me derivan al mendrugo del presi del Glorioso Equipo de Fútbol Feminazi, me avengo a decir que no me extraña que la madre del muchacho se haya amarrado, con cadena de oro, a la torre de la iglesia donde se ha puesto a hacer yoga pratyahara. Que solo faltaba que con el norning yoga la señora se ponga como para pasar modelos de pasarela madrileña. Y, ¡a cobrar!
Que, por cierto, el niño de la yogui, Rubiales, cobraba entre 600.000 y 900.000 euros anuales. Así ya se puede dejar uno la melena a la altura de la caspa. 
En fin amigos, 
no tenemos remedio porque tampoco lo buscamos. Nos metemos en casa y nos despreocupamos de lo que nos hacen desde las casas de otros. Como desde la Moncloa. Así nos va.

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