jueves, 9 de junio de 2022

oh, Dios mío

 nace un tonto (Algor) teledirigido hacia el cambio climático y se le añaden un sinfín de hijos idiotas. 
Y mira que los intelectuales del asunto están diciendo que el cambio climático no existe. Tal cual la Tierra entendería como cambio climático y, eso, no existe. 
Otra cosa es aquello que los mismos intelectuales están intentando  sembrar en la atmósfera, para un cambio de la población mundial que tenga la mala costumbre de respirar ese ambiente contenedor de partículas químicas, ferrosas, minerales, y nanotecnología capaz de dirigir al individuo hacia resultados no voluntarios.
Estas estelas químicas tienen de todo menos chocolate. O tal vez, también.
Todo el planeta esta cambiando del color azul espacial, a un blancuzco que difumina los colores. 
¿Ha tenido la Tierra alguna época en la que, por propia voluntad o exigencia, ha cambiado el color natural por partículas de polvo blanco por algún motivo especial?
No. 
Nunca la Tierra ha tenido que transformar la atmósfera para metaformosear a los individuos que viven en ella... 
¡Hasta ahora!
Porque una casta de individuos trastornados les ha dado por variar el rumbo humano hacia una especie robotizada, de superhombre o máquina bélica con forma humana. Tienen en mente que somos muchos y los que sobramos somos los demás. 
Por ello...
Quieren convertir el planeta en un juego de ordenador: donde las piezas sean seres manipulados en la voluntad para hacerles creer que lo que hacen es por el bien de que vivan unos pocos. Individuos teledirigidos por satélites ─desde búnkers─, donde los jugadores moverán las piezas a su entera disponibilidad. Daños colaterales en pro de una civilización elegida, conforme a la Biblia. 
Están precipitando los acontecimientos para que se cumplan las profecías. Esas que con tantas ganas tienen algunos que llegue. Dos mil años de historia y, en todas ellas, han habido agoreros pronosticando los mismo acontecimientos apocalípticos. Luego se cambiará la historia hacia una verdad o hacia una gran mentira. Como la Biblia.
Y, todo, por culpa de unos desarrapados hijos del demonio que no saben comportarse en la Tierra conforme a las normas de convivencia. Estos individuos no saben hacer otra cosa que no sea fastidiar a los demás. Y, la sociedad, no sabe otra cosa que sufrir las consecuencias. Creo que poner la otra mejilla no debería estar en el empeño para ser mejores. 

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