viernes, 3 de mayo de 2019

sin titubeos


Una monja enfrenta tres años de cárcel por cambiar el voto de varios ancianos a favor del PP

Ya habréis oído que una monjita ha sido condenada a tres años de cárcel por cambiar el voto de los viejales a los que cuidaba. Todas las monjitas, de normal, han sido propensas a votar a la derecha y, en este caso, no era distinto. 
Pues bien...
Los viejales querían votar a la madre Teresa y las monjitas no estaban de acuerdo. Tenía que salir en voto la madre abadesa Rajoy. En este caso, Sor Pablo Casado. Menos, en Cataluña, que son los monjes de Monserrat quienes controlan el cotarro desde el diabólico monasterio. De ahí que siempre voten a la Madre Ferrusola y los Pujol... Porque la Iglesia siempre está donde se encuentran los pobres que roban a los hijos de Dios idiotas, para dárselo a los listos religiosos. Estos son lo contrario a Robin Hood: Roban para quedárselo todo. Los necesitados que se jodan. Y, en ese entramado, entra el Blanco Ariel del papa Franc. 
Bien.
Tengo que advertir que desde una cadena de radio, en un programa (¿...? ), se recomendó a una señora que llamó...: que acudiera a su párroco para que éste le indicara a quién votar, si las dudas la embargaban. Que de seguro -dijo el activista católico-, como arcángel del Señor, la diría que votara al PP. ¡Y se quedó tan fresco el muy...!
De este modo tan grotesco ha funcionado la Iglesia toda su puñetera existencia. Ha dado su brazo a torcer siempre que haya habido riqueza de por medio. Estos sarasas cabrones se han quedado con las propiedades de personajes por medio de la confesión en lecho de muerte. Portaban un estuche de plata con tinta china para mojar el dedo de la moribunda y depositarlo sobre el testamento que llevaban redactado. Y, como casi nadie sabía escribir y menos firmar, se apoderaban de los bienes terrenales de todos aquellos que, en presencia del demonio disfrazado de monje o cura, caía en sus manos. ¡Cuántos descarnados se habrán cagado en la puta Iglesia y en sus lacayos! 
Me alegro que la justicia entre a limpiar los actos impuros que cometen los religiosos bajo las fachadas o templos que les contienen.

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