martes, 30 de enero de 2018

mi presencia

ayer en un pequeño grupo de gente me conmovió grata, como, grandemente. 
En la reunión se mencionaba y rememoraba  a las víctimas del holocausto nazi. Representantes judíos y familiares de valencianos asesinados en los campos, estuvieron presentes. Representante del gobierno valenciano, fue el colofón en la memoria colectiva de los caídos.
Unos 9.000 españoles fueron asesinados en Alemania. El resto de los caídos fueron por ser gitanos, homosexuales, franceses, ingleses... etc., etc.
Familias enteras fueron gaseadas, disparadas o desmembradas delante de sus hijos pequeños. A, éstos, les inyectaban gasolina en el corazón...
El hambre, la sed y las enfermedades, fueron la causa de otro porcentaje de bajas. Les llevaron a extremos incalificables para un ser humano.
Siempre he pensado, creído y sentido que a los muertos hay que dejarles en aquél lugar que, por desgracia, no han elegido para morir, o, tal vez, sí. 
Ayer comprendí que la memoria servía para reivindicar, afirmar, que los muertos han existido. Que no se debe perder la memoria ante disparates tan crueles como son las guerras. Y que hay que afirmar, categóricamente, la crueldad asumida por aquellos que tuvieron la mala suerte de caer en manos de esos u otros verdugos.
SI, existieron, con nombres y apellidos, millones de personas civiles -que no militares-, que dejaron tras ellos, tan solo, un granito de arena en las mente de sus familiares. Un granito, que ha ido creciendo a medida que existen estos reencuentros, anuales, con otros a los que la muerte les hizo hermanarse en la distancia, la miseria, el dolor y la pasión de sentirse libres y no les fue posible.
Sirva, para ellos, desde este blog, mi sincero pensamiento de respeto y les pido perdón.

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