sábado, 20 de enero de 2018

en el momento idóneo

Tenemos unos funcionarios que no funcionan.
¿Y, ahora, nos percatamos de ello? No. Todos lo sabemos y nos lo callamos. Todos sabemos que sus egos profesionales que les aliena mente y cuerpos, es superior a la categoría que como profesionales deberían tener. Y es que me da la sensación que las diplomaturas las están repartiendo a niveles países latinos.
¿Qué quiero decir con eso?
Pues que vienen diplomados argentinos, venezolanos y otros...: con matrículas que les han dado sus políticos para deshacerse de ellos. Echarles del país. 
¡Toma, y vete para España!
Y se vienen y cogen plaza en los hospitales sin que nadie averigüe si es verdad la titulación presentada. Y, así, de esta guisa, se han tenido médicos, que no lo eran, en hospitales valencianos: recetando medicinas a diestro y siniestro sin que nadie controle el cotarro.
Esto pasa en otras profesiones o actividades sin que haya inspectores para dar la voz de alarma.
Nos enteramos:
...como iban a practicar la autopsia a un individuo que estaba vivo. Menos mal que el hombre le dio por roncar, si no, se lo hubieran cargado. 
...Una mujer da a luz tras haber sido declarada muerta.
...Hombre muere de un ictus, en el hospital de Antequera,  después de tenerlo en sala de espera cinco horas. Yo estuve 7 horas en sala de espera de la nueva Fe, en Valencia, para que me recibiera el médico. Llevando, en mano, toda la analítica de la Fe de Campanar. Cuando me cansé de esperar más de las 7 horas, me encaré con la enfermera para decirle que si no me veía el médico me iría a mi casa a morir: lo prefería al hospital rodeado de gente desconocida.  Inmediatamente, de eso, me recibió el doctor. Me dieron el alta y casi muero en la puerta de salida de La Fe, de un ictus.
Es imperdonable que tengamos que ir al hospital enfermos y con la amenaza en la boca. Para que te atiendan adecuadamente habrá que hacerse extranjero en tu  mismo país o, tomar ejemplo de los gitanos que aparecen acompañado de toda la prole y aleccionados a meter bulla toda la que puedan y más; a estos los cogen enseguida; los españoles aguantamos porque somos tontos, no buenos. ¡Tontos!
Señores
¡Ya está bien de tanta negligencia médica!
Aquellos que no sirvan para la medicina pues... como al que no sirve para edificar. En otros campos es posible que esté tu futuro: en el campo médico, no. -Como albañil: se verá.
Me levanto con la noticia del accidente de una ambulancia llevando a un bebé en incubadora, mientras era trasladado desde el hospital La Paz al hospital de Getafe, Madrid, el neonato sale despedido de la incubadora por culpa de la colisión. La incubadora estaba mal anclada o no lo estaba y encima, le acompañaban un médico, un técnico y una enfermera.
¿Dónde queda el protocolo de riesgos?
¿Quién tiene la culpa de no haber mirado si todo estaba en perfecto estado para viajar?
¿Es el médico o la enfermera o el técnico o el chofer el responsable de la ambulancia?
No preocuparos no pasará nada. Todo se olvidará si los padres no presentan denuncia y, aún así, tienen el visto bueno del médico acompañante con que el bebé está bien: no le ha pasado nada.
Ahora bien, nosotros, sí, estamos mal: hemos presentado contusiones de variada gravedad.
¡Ah, cojones! O sea, que al bebé no le ha pasado nada, sin embargo, para los acompañantes sí, ha sido grave el accidente.
Es muy posible que éstos portentos de la sanidad pública se tomen unos días a costa de los españoles y no sean amonestados por negligentes.
¿Por qué pasan estos casos cargados de negligencia? 
Porque la sanidad ha pasado a equipararse  a labor de campo, de la construcción. Por eso hay obreros de médicos y éstos, de chapuceros. Pero no hay ninguno que se queje del sueldo es más, solo existe la pillería en los funcionarios que no funcionan:
Miren
"Jefe de la Diputación lleva 25 años sin currar: solo iba a fichar".
"Funcionaria de la Ciudad de la Justicia, ficha y se va, vuelve ficha y se va". "Funcionario del centro psiquiátrico Doctor Ezquerdo lleva 15 años sin currar y cobrando".
Pues, a éstos, verán que les hacen jefes.
¡Asqueroso, oiga!

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