Hace tiempo que no nos metemos con el personaje exorcista de la curia romana. El padre Fortea ha sido un grano en el culo para los demonios. Ha exorcizado a muchísima gente, para disgusto del demonio y los endemoniados. Lo malo de todo ello es ahora... Con la entrada de Franc en el papado, se ha cargado de un plumazo con la carrera ascendente contra el Infierno. Franc se ha cargado la carrera de Fortea y con todos sus libros. Él que habla de sus experiencias como exorcista..., llega Franc y dice que ni los demonios ni el Infierno existen. Si es así el padre Fortea ha mentido como un bellaco a todo aquel hijo de vecino que haya exorcizado. Tal vez, -y digo: tal vez-, con un sicólogo de carrera le hubiera venido bien al endemoniado. Y es que no hay nadie mejor que un argentino para saber si existe el Infierno o no. Un argentino con el vuelo de un ganso sabe si cojea o no. Son todos muy inteligentes y por esa inteligencia se ha cargado la carrera profesional del muchacho. ¡Le ha dejado en el paro!
-¿Ahora qué voy a hacer? -Se preguntará el cura obnubilado. Lleno de rabia se acordará del papá y de la mamá del profeta, venido a salvar a la humanidad de todos los aprensivos y errados cristianos. El Infierno no existe y Jesús, tampoco. Y, si existió, fue un gilipollas por dejarse agarrar, apalear y crucificar. Todo..., por boca de Bergoglio. Alias: "El Blanco Nuclear".
Total, que José Antonio, ha perdido jodidamente el tiempo estudiando teología para nada. Con todo lo que le había costado memorizar las letanías y cargar con litros agua bendita para que el demonio saliera del cuerpo donde se había acoplado, con todo lujo de detalles; y todo se va a la mierda porque Franc dice que nada es verdad. Adiós dos mil años de historia sagrada. A tomar por el culo los milagros de Jesús, escritos en la Biblia. En fin, adiós a la muchacha putana con la que el memo del chaval se había acostado y adiós con su descendencia.
¡Madre mía!, me ha dejado para el arrastre toda este lavado de tarro que tengo que hacer para sacarme de dentro todo lo que había aprendido y que no era verdad. Voy a tener que denunciar a la Iglesia para que me pague las visitas del sicólogo que voy a necesitar. Esta vez echo mano de sicólogo y no de exorcista: como la vez anterior.
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