Carta abierta a los musulmanes que se quejan del racismo y la islamofobia de los españoles.
¡Cuanta razón tienen ustedes de quejarse y de denunciar en voz alta
esta situación intolerable, que humilla la conciencia humana y evidencia
la hipocresía de los supuestos valores cristianos y democráticos de los
españoles! Señores, deben denunciar este racismo en las más altas
instancias del país, en el Congreso de los Diputados, en los
ayuntamientos, ante las ONGs, en las calles si es menester.
Pero haríais mejor aun yendo a vuestros países de origen para
informar de esta situación a vuestros compatriotas, que todavía son
libres y se encuentran fuera del alcance del racismo que padecen ustedes
aquí. Debéis alertar a los miles, centenares de miles y millones de
magrebíes y de musulmanes de todos los rincones de la tierra que están
listos para ceder al espejismo de las bondades del sistema occidental y
que corren el peligro de caer en la trampa horrible que les tienden los
racistas españoles.
Señor Rachid, digále esto a sus hermanos, a sus primos, a sus
mujeres, a sus hijos, a sus vecinos que sueñan inocentemente con venir a
sufrir lo que sufren ya otros como ustedes: la España racista no quiere
de ellos porque en su ceguera islamofóbica los mira (erróneamente) como
invasores y depredadores. Expóngale esta siniestra verdad a los suyos.
No los deje que se metan en la boca del lobo. Es su deber proteger estos
infelices de esta terrible amenaza. Dejarlos venir sería hacerse
culpable de inasistencia a personas en peligro.
Y por cierto, señores Mouloud, Abdelkader, todos ustedes que están
condenados a vivir en este abominable país racista, no lo duden un
instante: rompan sus cadenas, sacudan el polvo de sus babuchas y
abandonen este infierno. No les hagan a los racistas por más tiempo el
regalo de su enriquecedora presencia. No sean más las víctimas de estos
predadores implacables que atacan a sus madres en la calle, violan a sus
hijas en cualquier descampado, saquean sus negocios, queman sus coches
en los barrios y venden droga a sus hijos, mientras ustedes trabajan
arduamente para pagarles las jubilaciones a estos desagradecidos. No lo
duden: vénguense ustedes de todos esto años de miedo, sufrimiento,
humillación y explotación que han padecido. Priven a los españoles de la
oportunidad, el beneficio y la riqueza que ustedes representan y
aportan a su decadente sociedad.
Y ya puestos, al partir de este país ingrato, llevénse con ustedes a
sus amigos los intelectuales, los artistas, los periodistas, los
izquierdistas de todo pelo y condición, las ONGs, los socialistas e
incluso esas feministas que en el fondo tanto os quieren.
Además de ahorrarles el insoportable castigo de vivir sin ustedes,
sería una magnífica venganza contra la España racista, privada así de
esa formidable fuerza intelectual y humanista que tanto necesita para
curarse de su perversión islamofóbica.
¡Así estarán bien castigados estos racistas españoles! Piensen
ustedes, señores Mohamed y Mouloud, en la cara que pondrán los racistas
españoles cuando el último barco haya alcanzado la línea del horizonte,
cuando el último avión se haya desvanecido en el aire, cuando el último
autobús haya pasado del otro lado de la frontera, cuando el último
trasbordador haya cruzado el Estrecho. Descubrirán, demasiado tarde, que
se fue lo mejor que había en el país, que se han quedado entre ellos.
Solitos entre racistas.
¡Cuanto nos gustaría que eso ocurriera bien pronto! ¡Cómo nos ibamos a reír entonces
jueves, 24 de julio de 2014
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