LOS BOTÍN DE SANTANDER O EL SANTANDER DE LOS BOTÍN?
Allí se dice mucho que los Botín son los amos de la ciudad sin que ello
les cueste un céntimo. Tienen, verdad es, la Fundación Botín, que hace
mecenazgo de artes y letras; y que el Ateneo de la ciudad depende de
ellos bien lo sé yo, pues, en una ocasión, su presidente iba a presentar
en él un libro mío, pero de pronto le entró la inquietud: "¿Te metes
con los Botín?", me preguntó, y, como en el libro yo mencionaba a los
Botín en términos poco extáticos, la presentación se aplazó "sine die".
Pero fundación y Asenjo son calderilla.
El "viejo" don Emilio Botín era muy santanderino. Cogió un banco de
provincia y acabó convirtiendo a España poco menos que en provincia de
su banco. Y dicen que comentaba: "Van a acabar teniendo que venir aquí
hasta los gaditanos a por dinero".
Su casa palacio del Promontorio, situada en la punta de un alto desde
donde se domina todo el panorama de la Bahía de Santander, le costó
poquísimo dinero. Lo sé porque se la compró a mi tío Adolfo Pardo, el
naviero, que, después de la guerra mundial, se arruinó y recurrió a don
Emilio. Y cuando éste se vio en aquella gran casa de puro estilo
montañés, procedió a hacer patria chica, porque fue comprando el alto
entero: parcela a parcela, para impedir que allí se edificara:
antieconómico, capricho de banquero, decía la gente, pero también gran
acción ambiental, porque las laderas del Promontorio siguen tan verdes
ahora como cuando el Sardinero era un poblacho.
Yo le vi más de una vez extasiándose, ya cercano el fin de su vida, por
el gran paseo costero de Reina Victoria, siempre seguido de cerca por
dos tremendos gorilas, saludando, muy atento, a todo el mundo. Decían
que era encantador, pero implacable: a un condiscípulo suyo que osó
comentarle lo mal que le iban las cosas, le ejecutó su cuenta y le cortó
todos sus créditos inmediatamente: no fuese a dejarle un pufo; y es que
el viejo don Emilio estaba en todo: en lo grande y en lo pequeño.
Recuerdo el Promontorio en tiempos de mi tío, con sus grandes salas
mates y ajadas, y allí he jugado yo mucho, y en alguna ocasión, me
parece recordar, vi allí al actual Emilio Botín, de quien los que le
conocen dicen que de niño no era muy despierto. El despacho del "viejo"
don Emilio estaba en la torre, y allí colgaba todo un greco. Tan pulcro y
ordenado era don Emilio que cuentan en Santander que una mañana, al
sentarse a trabajar, vio con horror una colilla en el cenicero. Dio un
timbrazo y acudió, presuroso, un criado. "¿De quién es eso?", preguntó,
perentorio, el "viejo" don Emilio. El criado miró la colilla y cuando se
repuso del susto, contestó: "Pues, de usted, don Emilio". Claro, ¿de
quién iba a ser?, en Santander todo era suyo.
En fin, que los Botín son de Santander, al que han sacado, y dado, mucho
dinero; pero Santander es de los Botín, y no les cuesta un duro.
lunes, 21 de julio de 2014
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