¿Qué era eso de alistarse a la guerra, o cederlas el espacio en una lancha de auxilio de un barco a pique, o dejar un vaso dos centímetros desplazado del lugar donde ellas lo situen, o no tener cartilla bancaria a su nombre... etcétera, etcétera, etcétera. No sé cómo hemos podido llegar hasta aquí sin esa idea influencer sobre nuestras cabezas. ¡Qué conocimiento nos hemos perdido. Gracias a estas influencer estamos muchos más avanzados en lenguaje, comportamiento, (sobre todo el suyo), y esa confianza ganada por estar en la misma posición de un chaval blanco hetero.
Gracias al cielo ahora nos vemos más igualitarios en todo lo que concierne a las muestras de enseñar los pechos, las bragas y si es posible: hasta la boca vertical. Eso les ha dado tanta confianza en ellas mismas que supuran libertad por todos los poros de su piel. Es más, se les ha sumado su mamá a ese esperpento de pantalón corto, ceñido hasta el ahogo, y esas carnes desprendidas del soporte esquelético vertical. Otras que se liberaron con la viejuna cantante de Benidor, con la canción: Zorra. Oh, todo un libramiento hormonal para cabezas trastornadas, como la del video.
A este grado de libertad es al que han llegado con la venida de género, el trastorno LGTBI+, y la deconstrucción: sobre todo la masculina. Y ahí los ves y oyes con comportamientos histrónicos en busca del procer singular. ¡Vivir para ver!
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