pero a falta de ello me congratulo con el dolor de las familias de los fallecidos. Mi sentido pésame por todos aquellos que al parecer superan las 95 víctimas. No puedo ponerme en el lugar de los que, en trances semejantes, deben asumir la pérdida de los que dejan aquí. Ese último pensamiento para los hijos, los nietos, las nuevas generaciones que no van a conocer. El dolor, el miedo, el porqué de una Dana que me haga desaparecer. Si tampoco valemos tanto como para hacer del cielo una venganza humana. Se me escapa el saberme elegido para abandonar el mundo de forma tan trágica. Yo ya sé que el mundo, el planeta, es un cementerio, y que estamos llamados a ocupar nuestra cárcava. A la que no reuso. Acuso al método empleado para hacernos conscientes de que no tendrás asidero para, almenos, intentar salvarte. Lo más rápido es abandonarte. Que las fuerzas se vayan agotando mientras entras en el trance... en el trance no deseado.
Por favor,
que alguien grite por las almas que son separadas para tener la experiencia más absoluta de todas las que pueden darse en el planeta.
Nadie tiene la culpa o, tal vez, la tenemos todos por derivar nuestras vidas con total falta de inteligencia al obrar.
Todos tenemos la experiencia de que el planeta físico tiene sus formas de manifestarse, con total libertad. Y, ahí sería, que nuestra inteligencia entrada para poner los medios que dificulten la fuerza de la Naturaleza, en su grado más cruel como temido. Una naturaleza que no tiene compasión con las débiles vidas de los humanos. Arrasa por la desigualdad, en lid, entre sus elementos y la fuerza débil del semidios mortal.
Esperadnos: no tardaremos en hacer el viaje los que quedamos. Pero... ¿por qué un niño pequeño? No lo entiendo.