martes, 22 de octubre de 2019

ahora en Córdoba

No suelo mirar las estadísticas de los suicidios de chavales jóvenes ingleses en su país. Pero me sorprende que vengan a España con las intenciones de hacerlo y no se traigan las alas, de salvamento. ¿Qué les pasa a los jóvenes ingleses para que decidan suicidarse en España? El invento del balconing lo dice todo, y de ahí al terracing, el paso siguiente. Debemos reconocer que los meridianos de arriba son más fríos que los del medio y, por tanto, los padres, los hermanos, los amigos, los conocidos, sean igual de pasmaos. 
Es muy posible que los inglesitos sean parecidos a los retoños de las noblezas y realezas, que los dan poco cariño para estructurarles una personalidad de bajo apego, poca empatía, con los plebeyos o mundo que les rodea. Han de ser secos, severos, equidistantes..., por si les pegan enfermedades de estercolero. Y ese desapego con los niños, les hacen reos de buscar sensaciones fuertes en busca de ese amor maternal que no les han dado; del amor del que les han negado. No tiene sentido que se suban a un balcón y se precipiten a una piscina salvando los metros de cemento que hay debajo, ¿no?
¿Cuántos jóvenes españoles se han lanzado de un balcón a una piscina? 
Cero patatero. Ninguno. 
Los jóvenes españoles están más por meterla en caliente, que calentarse el cráneo con una incógnita de salto. Llegaré, no llegaré, no. El joven español ha tenido calor maternal y busca ese calor en las niñas que tiene alrededor. Que, por cierto, tienen las mismas ganas de encontrar al hombre que le dé el calor que le daba su papá.  Por eso decimos que los niños buscan mamás en las novias, y, las niñas papás, entre los novios. Y ese conflicto de los balcones y los terrazos, quedan a años luz en la mente de nuestros jovenzuelos. 
Precipitarse al vacío no es buscando a su héroe de cómic. Es una señal de auxilio que nos están enviando, porque no encuentran su lugar, en la sociedad. Una sociedad sin valores dinámicos, porque no hay dinamismo en ninguna cosa que no sea el consumismo. Y, con el mismo colchón, en casa de los papás. Con el mismo auto, sin poderlo pagar. Sin futuro laboral, ni pretensiones de formar otro hogar como el de sus papás.
Amén, de que existan otros parámetros cerebrales que, energizados, estimulados ciertos lugares del cerebro, les lleven a estos saltos espontáneos.
Me apena mucho que un joven pueda tomar una decisión así; por incomprensión, o por una soledad severa.

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