lunes, 26 de febrero de 2018

nos vamos oliendo

como los perros el culo.
Cada vez te encuentras con más jubilados que están por la razón, sensación y empuje, para salir a la calle, como -"el tío la vara"-, a manifestarse por la tan denigrante subida del 0,25%. Dados los pellizcos que nos pegan en el agua, la luz, el gas, estamos tardando en salir con los garrotes en ristre, a pegar palos a mansalva.
No haríamos más que despertar del sueño eterno en el que nos han metido; despejarnos de la droga del olvido y reclamar con ahínco los derechos por los que creamos vivir...; en algunos casos por sobrevivir.
La controversia estudiada con placer viene dada cuando, reclamando aquello por lo que crees merecer..., necesitas de alguna ONG que movilice tus necesidades. Es decir, si te mueves tú... como que nadie te hace caso. Eres un viejo inútil diciendo tonterías. Cuando reclamas a través de la Iglesia o asociación X, enseguida se pone en funcionamiento un sistema de asistencia personal.
¡No lo entiendo!
Pero es entendible desde el punto de vista de la necesidad creada de crear, a la vez que alguien intermedio nos eche la mano.
Esto es lo que intenta el Estado en cuando a las pensiones: crear el estado de pensiones privado. El intermediario bancario. Con sus sistema de seguros, prestaciones y refinanciación a través de la bolsa de valores y chanchullos varios. El Estado se quita el marrón de las jubilaciones y se lleva tu pellizco a medida que vas cobrando. Es decir, es un padre cariñoso mientras estás joven y lozano, y te deja huérfano cuando no te quiere.

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