Mientras los futbolistas se preparan para atracar en el hotel donde les esperan las más golfillas y jovencitas del lugar, los forofos, lejos de sus mujeres e hijos, se ponen las botas con las guarrillas y doceañeras prostitutas llevadas por los chulos de p... a las esquinas berlinesas, desde donde llamarán la atención de estos pedófilos inconscientes. No obstante y a tenor de la calaña de los forofos... ninguno pensará en la edad infantil ni en el explotador ni en que puede tener la edad de su propia hija: "mientras no sea la suya..."; y de este modo tiran de tarjeta bancaria y se solazan.
Este jueves 11 hasta el 4 de Julio, arranca el torneo y la pasión se dispara entre los hinchas
de los 12 países que sueñan con ser campeón continental. La expectativa
trasciende a las 'barras' y llega a las minifaldas y tacones altos.
'Putas', 'cafiches' y administradores de cabarés esperan que los 100 mil
turistas que ingresarán al país dejen varios billetes en el bolsillo o
el escote. Pero hay una frontera que preocupa a autoridades y oenegés:
la explotación sexual comercial de niños y niñas adolescentes (ESCNNA).
Una realidad invisible en Chile, que suele aumentar durante estos
eventos deportivos.
La copa genera expectativas entre quienes venden sexo. En la calle, Katy
y Mila esperan ganar tres veces más que en una jornada habitual. En los
cabarés también se preparan con una oferta de shows temáticos sobre la
copa. “Esperamos tener un aumento del público más que importante. En
esto están puestas las fichas para este año”.
Una mirada que comparte la Fundación Margen de trabajadoras sexuales.
Sin embargo, Nancy Gutiérrez, tesorera de la organización, advierte que
“lamentablemente el Estado nos está limitando el comercio sexual,
porque nos está clausurando los locales y los privados. Encontramos que,
en vez de hacer una prevención para las trabajadoras sexuales con el
cliente, ellos nos coartan nuestro lugar de trabajo. Ahora nos están
tirando a la calle. Eso hace que aumenten todos los riesgos”.
Algo que Mila y Katy viven cada noche en “su” esquina. “Uno quiere
trabajar bien, pero hay hombres que se aprovechan. Nosotras para estar
en esta esquina debemos pagar y eso no es justo, si no pagamos nos
'corren'”, dice Mila.
La semana pasada tuvieron que golpear a unos travestis que estaban en
su lugar. “Yo no tengo nada contra ellos, solo quiero trabajar, pero si
uno no lo hace...”, dice Katy con una mueca que evidencia las
consecuencias de no hacer lo que pedían. Hay veces que deben atender a
clientes drogados que no pagan o que se ponen violentos. “Uno no tiene a
quién reclamarle, estamos solas”, dice con preocupación Mila.
Aparte de la calle, la droga y el sida, hay otro riesgo en el mercado
sexual. Uno cuya frontera es muy delgada y que puede aumentar
severamente durante la Copa América: la explotación sexual de niñas y
niños adolescentes (ESCNNA).
Copa no apta para menores
Entre
los recuerdos tristes que deja el Mundial de Brasil está la explotación
sexual infantil. Una realidad que pareciera ser lejana, casi
inexistente en Chile, lejos del incansable narcotráfico de las favelas.
El problema es que esta grave vulneración de los derechos infantiles y
adolescentes existe en Chile y es más que un par de casos aislados.
Durante 2014 se trataron 1.311 casos en los 17 proyectos de intervención
contra la explotación sexual comercial acreditados por el Servicio
Nacional de Menores (Sename).
“Lo que se proyecta es que, por cada tres casos detectados,
periciados y denunciados, al menos hay otros dos que son silenciados”,
sostiene Dennis Vega, director del Programa de intervención Víctor Jara
del Servicio Paz y Justicia (Serpaj), que atiende 56 casos de
explotación sexual comercial de la provincia de Valparaíso.
La proyección del Sename –que incluye los casos no denunciados y
tratados– es que aproximadamente 4 mil niños, niñas y adolescentes son
víctimas del mercado sexual. Esta es la única cifra y se trabajó con la
Organización Internacional del Trabajo, y no se actualiza desde 2004. La
preocupación del Sename, la PDI y las oenegés involucradas en el tema
es que, producto de la Copa América, la explotación sexual aumente
debido al explosivo ingreso de turistas que llegarán al país durante el
torneo continental.
“Hay rumores, conversaciones que algunos de nuestros niños han
pronunciado, donde dicen que hay ciertos sectores más estigmatizados que
se están preparando para albergar esta problemática de explotación.
Además existe un tema de género, el fútbol tiene en su mayoría un
público masculino y en nuestro país existe un discurso hegemónico y
rígido que tiene que ver con apropiarse del otro como un objeto y la
explotación sexual se produce también desde ahí, desde una
cosificación”, sentencia Dennis Vega, del Serpaj.
Isabel Fuentes, profesional del Departamento de Protección de
Derechos del Sename, enfatiza que “se deben tomar todas las medidas
administrativas que puedan interrumpir oportunamente la ocurrencia del
delito. Por ejemplo, si llega un pasajero a un hotel con una niña que no
tiene identificación y vinculación alguna con el cliente, se deben
hacer las preguntas correspondientes y, si es necesario, restringir el
ingreso de esa persona y/o hacer la denuncia”.
Lo comentado por Fuentes se ha consignado en un decálogo que ha
trabajado el Sename, junto a Sernatur y la PDI, para prevenir este
delito durante la realización de la Copa. “Hay que informar y no
ponernos etiquetas de que en este país esta situación no va a ocurrir.
Como este delito es clandestino, se puede dar en situaciones donde no
hay visibilidad de ello”, agrega Fuentes.
Para Denisse Araya, directora ejecutiva de la ONG Raíces, el fenómeno
se da porque “las personas vienen de juerga, en general no es un viaje
familiar. Vienen masas de hombre y lamentablemente la concentración de
estos genera un comercio sexual clarísimo. La 'industria' del comercio
sexual sabe manejarse muy bien en estos casos. Los proxenetas saben cómo
trasladar y organizar su empresa. Ellos tienen dividendos enormes”.
El prefecto Víctor Nakada, jefe nacional de Delitos contra La
Familia, explica que “el niño nunca actúa solo, hay una persona mayor
que lo explota". Y añade: "Estos explotadores siempre están
compartimentados, cubren cada paso del niño, lo siguen, saben dónde está
y se comunican permanentemente. Esa es la gran dificultad. Hay veces en
las que nosotros podemos saber que un niño está siendo explotado, pero
hay una red detrás de él, por lo que si nosotros llegamos al niño lo
sacan, bajan las páginas, no lo exhiben”.
Araya complementa al prefecto Nakada y comenta: “Se ha podido indagar
con agentes encubiertos dónde se encuentran las chicas menores de 18
años tanto en cafés con piernas como en prostíbulos. Hay miles de formas
en las que esconden esta situación. Nosotros descubrimos lugares con
doble cortina, donde escondían a las menores cuando hacen redadas de la
policía. Hay organización muy rápida de parte de ellos, son muy astutos y
lo saben hacer muy bien”.
El caso de Maritza
Maritza llegó con 15 años a un programa de reparación de la ONG
Raíces, luego de que su madre denunciara que uno de los tíos paternos de
la joven abusaba de ella desde los 13 años. Debido a las presiones
familiares, Maritza, decidió retractarse de la acusación. La familia
desconfió de ella y la expulsó de su casa.
Ya dentro de uno de los hogares de protección, los especialistas de
la oenegé se dieron cuenta de que Maritza comenzó a ser víctima de
explotación sexual infantil. Ella se encontraba abandonada por su
familia y necesitaba sobrevivir. En esa circunstancia, 'el pelao'
enganchó a Maritza para un trabajo falso de promotora. El sujeto resultó
ser proxeneta y facilitador de adolescentes en espacios de diversión
como discotecas y cafés con piernas.
El de Maritza es un caso bastante gráfico de esta realidad. La
explotación sexual comercial puede existir en cualquier estrato social,
pero existen ciertas variables de fondo que se manifiestan en la mayoría
de los casos. Dennis Vega explica que estos patrones “tienen que ver
con historias familiares de baja valoración de la infancia que replican
la ilegitimidad de la identidad de los niños o adolescentes. Contextos
familiares o sociales que expulsan a los jóvenes, que no les proveen de
competencias afectivas para fortalecer sus recursos y necesidades, y
contextos escolares que no facilitan la inclusión”.
Maritza sufrió un fenómeno similar al descrito por Vega. La madre
durante el proceso de reparación –en entrevista con la ONG Raíces–, al
enterarse de la realidad en que se encontraba su hija, decía: “Esta
cabra es capaz de vender el cuerpo”, y sugería que esto era por “la
influencia de amigos adultos”. En tanto, Maritza normalizaba su
situación: “En las discos es típico, las cabras se pelan ahí mismo, las
locas se venden, no importa la edad que tengan, entre más chicas mejor,
siempre hay quien les cobra a los viejos”.
El contexto de abandono genera prácticas de supervivencia donde las
víctimas validan ser explotadas sexualmente por un adulto. Un año
después de haber ingresado al programa de intervención, Maritza volvió a
su domicilio, pero al tiempo recayó como víctima de explotación sexual.
Y quebró con su madre. “Si a mi mamá le da lo mismo. No me cree, y no
me va a defender, porque no es capaz, nunca me ha querí’o, pa’ qué me
voy a quedar en la casa, si todos me miran feo, pa’ eso me las arreglo
sola, total así me olvido un poco de toda la rabia y la mala onda”, dijo
en ese momento.
El proceso de reparación dura cerca de tres años y se da dentro de
los 17 proyectos de intervención de víctimas de ESCNNA que son parte de
la oferta programática que el Sename dispone para la atención de niños y
niñas vulnerados. “Estos proyectos fueron licitados públicamente y
adjudicados a las instituciones que están trabajando actualmente”,
explica Isabel Fuentes, de Sename.
“El primer paso de la intervención para la reparación de las víctimas
es interrumpir la práctica de explotación”, explica Dennis Vega, de
Serpaj. Esta etapa va acompañada del reconocimiento del niño, niña o
adolescente como víctima. “Muchas veces ellos no se sienten víctimas
porque creen que es lo que les tocó vivir. Vienen de una situación muy
vulnerable y les empiezan a pagar por lo que les hicieron toda la vida,
entonces no se lo cuestionan”, relata Denisse Araya, de ONG Raíces.
Esta etapa tuvo un efecto positivo en Maritza. Su madre entendió el
conflicto por el que pasaba su hija: “Yo no sabía, no me daba cuenta que
mi hija pudiera sufrir tanto, que todo lo que ha pasado es por mi
culpa”. Luego, se trabajó para desnaturalizar las
agresiones sexuales en Maritza y su madre, quien también había sido
víctima del tío.
Maritza mejoró y mostró “avances significativos en el cuidado de su
corporalidad, subió su autoestima y mejoró la vinculación afectiva con
su madre. Logró resignificar su sexualidad, dejando de verla como un
mecanismo de intercambio y conseguir dinero o cosas materiales para su
subsistencia, incorporando experiencias placenteras, logrando establecer
una conexión emocional y límites corporales”, informan en la ONG
Raíces.
A comienzos de 2013 logró interrumpir la dinámica de explotación
sexual. A quienes la ayudaron en su recuperación les dijo que “al fin
puedo sentirme normal, puedo andar tranquila, incluso perdoné al viejo
ese, que se muera en paz, total yo sé que seguiré viviendo, que tendré
mi casa y mis hijos”.
Isabel Fuentes de Sename explica que “después de ejecutar este plan
de intervención, junto a un adulto responsable y, si no existe, se hace a
través del Tribunal de Familia, este niño o niña va a un proyecto de la
red Sename de protección de cuidado residencial. Entonces este niño
está por una parte protegido a partir de proyectos especializados para
resignificar esta experiencia traumática, reconociéndose como víctima, y
se busca que vuelva a sentirse querida y valorada, que se reconozcan
como persona, porque han sido tratados como mercancías”, relata Isabel
Fuentes de Sename.
La deuda del Estado chileno con sus niños y niñas
Soledad Larraín, consultora encargada del Área de Prevención de la
Violencia de Unicef, valora las medidas que se han tomado, pero critica
la deuda que tiene el Estado con este tema: “La campaña es importante,
ya que en la infraestructura turística es el lugar donde más se da el
delito. Hay que estar alerta para dar aviso cuando se observen esas
situaciones. Está bien hacerla, pero tiene que tener una difusión mucho
mayor. Es un tema invisible y que muchas veces no se quiere ver.
Imagínate que el último estudio es de hace diez años. Hay que hacer
inversiones orientadas a visibilizar bien el fenómeno y en eso Chile
está en deuda”.
Dennis Vega, de Serpaj, coincide con Larraín: “El Estado de Chile en
materia de protección de la infancia en general se encuentra al debe, al
no generar políticas públicas con la coherencia necesaria en torno a
las sensibilidades de los jóvenes. Particularmente el fenómeno de la
explotación sexual comercial en Chile no está tipificado con una sanción
penal”.
Tal como dice Vega, en Chile no existe como figura legal el delito de
explotación sexual comercial, solo existen los delitos de violación,
estupro, pornografía infantil y abuso sexual. Pese a esta situación,
Isabel Fuentes, de Sename, es optimista: “Tenemos antecedentes de que el
Ministerio Público ha ido avanzando muchísimo en distinguir cuándo este
tipo de situaciones ocurren en el contexto de explotación sexual
comercial. No obstante, nosotros tenemos tipificado el delito de
facilitación de la prostitución y también la sanción al cliente”.
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